Personajes que ilustran una Época Histórica II: Rasputín, un poderoso místico en los últimos días de la Rusia zarista.

Griogri Yefímovich Rasputín, de iletrado campesino a líder del ocaso de la Rusia zarista.

Nuestra historia comienza en 1869, en la Rusia zarista, ese inmenso imperio con pies de barro, una autocracia atrasada industrial y económicamente, y en la que nada se hacía o pasaba sin el permiso de los Zares, cuya palabra era ley. En ese contexto nació Grigori Yefímovich Rasputín el 9 de enero de 1869 en Prokrovskoie, una localidad de Siberia situada a más de dos mil kilómetros de San Petersburgo, en ese momento capital de Rusia. En el seno de una familia campesina, era hijo de Yefim Yákovlevich, un pequeño campesino, de los millones que sostenía el inmenso y heterogéneo culturalmente imperio de los zares. Para los que la vida era muy dura, y desde su juventud Rasputín mostró que era un tipo diferente, extraño, iluminado y mesiánico, en ese duro contexto en el que vive se convierte en un borracho que costeaba sus juergas robando, un pícaro a lo español del Tiempo del Quijote ruso. Uno de sus primeros escándalos se produce al ser sorprendido robando madera y se llevó una buena paliza, según uno de sus vecinos desde ese momento las rarezas de nuestro curioso personaje se agudizan, se dice que Rasputín "se volvió extraño y como imbécil". La dureza de la vida campesina y el rapapolvo sufrido por su vida disoluta producen en el ya extraño carácter de Grigori un punto de inflexión y decide peregrinar al monasterio de San Nicolás de Verjoturie. Su idea era conocer y recibir la ayuda espiritual del célebre asceta, el joven Makari, que era famoso por flagelarse para espirar sus pecados con una cadena. 


La familia de Rasputín: Dimitri, Varvara y Matriona en brazos, tuvo siete hijos pero sobrevivieron tres.

En ese monasterio se forjó el Rasputín místico que ha pasado a la historia, su estancia junto a Makari cambió para siempre la vida de un campesino semianalfabeto. Que regresó a su Prokrovskoie natal como un monje que se ocupa de extender y consolar espiritualmente a sus vecinos, rezando con tanta pasión, cuasi sobrehumana, que se hizo famoso. Su fama fue creciendo, como un Jesucristo iluminado e iletrado, y fue creando un séquito de fieles, tan analfabetos o más que él, algo normal en la Rusia medieval del XIX. Junto con sus fieles se reunía en una capilla cercana a su casa, prácticamente un establo o granero, donde cantaban y recitaban los Evangelios, previamente interpretados por el nuevo asceta Grigori, y empezó a practicar en su control sobre las mentes de las personas que le rodeaban. 


Monasterio de Verjoturie con su iglesia de la Trinidad.

Y además para muchos de sus coetáneos y vecinos las interpretaciones que hacia de los Evangelios no se ajustaban a las pautas de la Iglesia Ortodoxa rusa, por ello, además se ganó fama de formar parte de la secta de los iluminados herejes llamados jlysti. Éstos, en esencia, difundían y creían en la doctrina de que el mesías Cristo podía ser encarnado en cualquier hombre, ya fuera letrado o iletrado. Ese hombre, al que llamaba Cristo, se casaba con una mujer, a la que llamaban Madre de Dios, y era el líder de la vida en comunidad de la secta. Se hicieron célebres por sus festividades, cuasi aquelarres, nocturnas en los que los jlysti liderados por su Cristo alcanzaban un especie de climax espiritual mientras cantaban, bailaban y se flagelaban, para concluir con una orgía carnal y grupal. La idea era pecar, para luego arrepentirse, y creían que con ella llegaba la salvación. Unas orgías sexuales nocturnas que eran la luz que guiaban sus vidas y influyó de forma irreversible en la ya extraña sexualidad de Rasputín. Aunque es curioso que la Iglesia ortodoxa le investigó, pero nunca concluyó que nuestro Grigori perteneciera a esta secta de libertinos. 


Rasputín con sus limitaciones llegó a interpretar los textos sagrados para dominar a sus fieles.

Los estudiosos de la vida del místico ruso también se contradicen en este aspecto: para el historiador estadounidense John T. Fuhrmann Grigori no perteneció a la secta, no obstante, si tomó ideas doctrinales de su regla sectaria como: no fumar o que sus seguidores se llamaban entre sí "hermano" y "hermana". Mientras, para el escritor ruso Edvard Radzinsky Grigori no fue nunca considerado un sectario porque los zares presionaron a la opinión pública e intelectual a su favor. ¿Qué pensáis vosotros?, ambas hipótesis me parecen muy lógicas. Lo que es evidente es que el sexo era una obsesión para Grigori y su vida está llena de escándalos sexuales, que su mujer Praskovia no tenía más remedio que soportar y tolerar. La insana mente de nuestro místico solo encontraba paz con el sexo, no era solo placer, era una necesidad para satisfacer los primarios instintos de un ser inclasificable, pero embaucador social, todo un sociópata. De modo que, en su propia ciudad natal se dudaba de su santidad, y, de nuevo, decide retirarse y peregrinar en 1902 al monte Athos, en Kazán, un importante centro religioso de la Rusia imperial ortodoxa. 


Ciudadela de San Pedro y San Pablo en San Petersburgo, en su panteón real están enterrados todos los zares rusos desde Catalina la Grande, incluidos Nicolás y su familia asesinados durante la revolución en 1918. 


En Kazán Grigori, al que ya llamaremos Rasputín, fue tomando la dimensión de guía espiritual que llegará a marcar el devenir del gran imperio ruso, con su capacidad de medrar y controlar todo lo que le rodeaba, y va a lograr causar una más que grata impresión a los altos cargos religiosos del monte Athos. Que ven en Rasputín una sencillez auténtica que contrastaba con una iglesia demasiado encorsetada por los decretos del Zar y que era una parte más de la burocracia de la autocracia imperial. Los altos dignatarios religiosos ven como aquel campesino. de vehemente y exacerbada fe, se mueve por la corte religiosa de Kazán como por su pueblo natal. Tanta impresión generó que va a ser recomendado para formar parte de la Iglesia de la capital, San Petersburgo. Un campesino semianalfabeto había logrado formar parte de la jerarquía del segundo poder del estado ruso, la Iglesia, y marchó en tren a San Petersburgo. Y llegó, en un vagón de los de primera clase en la Pascua de 1903. En una carrera meteórica, como, por otra parte, muchas veces ocurre con los iletrados, hasta en este 2018 que vivimos, nada nuevo bajo sol, más de cien años después.


Palacio de los Zares en Tsárskoye Seló, a 30 km de San Petersburgo. 

Grigori había quedado atrás, ahora estamos ante el ferviente Rasputín, que con su primaria fe y carácter va a encandilar a las altas esferas de la Iglesia de la capital, entre ellos al archimandrita1 Feofán, que era, nada más y nada menos que el confesor de la familia real y los Zares. Gracias a su cercanía con Feofán conoció a otros grandes de la iglesia ortodoxa de San Petersburgo como: monje Iliodor o el obispo Hermógenes, que pronto se arrepienten de haber sucumbido a los encantos del campesino iletrado, ya llegaremos a ese momento pero, tras la muerte de Rasputín, Hermógenes lo resume diciendo: “Creo que al principio hubo en Rasputín un fulgor divino. Tenía la agudeza necesaria para penetrar en el interior de la gente y sabía mostrar conmiseración, cosa que, a fuerza de ser sincero, experimenté en mi propia persona, pues en más de una ocasión fue capaz de aliviar mis padecimientos espirituales. De esa manera me conquistó a mí y, al menos, en los inicios de su carrera, también a otras personas". Es decir, la gran habilidad de Rasputín era decir lo que las personas necesitaban oír y, de esta manera, hacerles sentir mejor espiritualmente, y por eso llego a ser, en la sombra, el dominador del epílogo de la Rusia zarista.


Rasputín rodeado de sus fieles seguidores de la alta sociedad rusa, en su mayoría devotas mujeres. 

A los dones, cuasi divinos, para penetrar en la mente de la gente se une la superstición y absurdas creencias de las clases altas rusas, a las que accedió Rasputín. Y se movía, a pesar de su aspecto extraño y neandertaloide, como pez en el agua en las fiestas de los salones de la alta sociedad rusa, triunfando como guía espiritual y donde vendía, como curros, son amuletos y elementos místicos, que obviamente eran solo placebos. Pero, pronto, llegó a tener una legión de fans entre la aristocracia rusa, en su mayoría mujeres, y entre sus fieles se empezaban a contar miembros de la familia Romanov, como las duquesas Militsa y Anastasia de Montenegro, casadas con miembros de la familia de los zares. Es tan sorprendente como inesperado, como un campesino iletrado fascinó a la alta sociedad rusa. Y esas duquesas son la llave para que nuestro siniestro protagonista se colara dentro de la familia real. A inicios del siglo XX, en 1904, los zares permanecían aislados y protegidos en su corte, ignorantes de los aires de cambio y la miseria de su pueblo. El zar Nicolás y su esposa Alejandra en su aislamiento y desesperación llegarían a aceptar la ayuda del místico, ante una realidad exterior donde crecía la oposición en forma de partidos políticos y de un movimiento intelectual que abogaba por un cambio para Rusia, la Intelligentsia, demandando reformas al Zar.


Alexei y la Zarina Alejandra.

En este contexto hostil el zar y zarina guardaban un secreto sobre el deseado heredero varón2 Alexei, que nace en 1904. Pero pronto se truncó la alegría de tener heredero, Alexei tenía, desde su nacimiento, hemofilia. En su madre creció la culpabilidad por la enfermedad, Alejandra era nieta de la reina Victoria, que era portadora de la Hemofilia3, una enfermedad que en esos momentos era incurable, y para un hemofílico la esperanza de vida era de apenas 14 años. Ante la dramática situación, los zares salen del Palacio de Invierno de San Petersburgo para aislarse aún más si cabe, del contexto hostil y mantener el secreto de la enfermedad de Alexei, en el palacio Alexander, en la cercana Tsárskoye Tseló
Soldados del zar a caballo esperar los manifestantes en 1905. 

Llegamos a 1905, un país gigante al borde del abismo, y unos zares cuya única preocupación es mantener el secreto sobre su heredero, con una ceguera total por los males de su pueblo. Según J. Tusell, “la agitación social aumentaba, combinándose la acción obrera, las revoluciones agrarias masivas y la acción clandestina de los municipios”. Pero la débil industrialización y burguesía dificultaba la aplicación de las tesis marxistas. Y todo ello ocurría mientras el imperio ruso iba recibiendo reveses, en agosto la derrota en la guerra ruso-japonesa, que provocó el levantamiento del pueblo en San Petersburgo en enero. Una manifestación pacífica de la conmocionada sociedad rusa, de obreros, estudiantes e intelectuales que marcharon hacia el palacio de invierno pidiendo reformas. Cantaban “Dios salve al zar”, pero ante la ausencia de los Zares los oficiales entran en pánico y deciden disparar contra los manifestantes. Una brutal represión, el llamado Domingo Sangriento, que acabó con el lazo moral sobre el que se asentaba el gobierno zarista, y el pueblo ruso consideró al zar un enemigo, y la represión despojó al zar de su aura de batyushka, es decir, el “padre de sus súbditos”. Ante la sangrienta represión de las tropas del Zar, los obreros responden con una huelga general constituyéndose los soviets o consejos obreros, que solicitan: jornada de ocho horas, salario de un rublo diario, destitución de los burócratas incompetentes y una Asamblea constituyente. Todo muy coherente, pero como siempre una utopía. 


Discurso del zar Nicolás en las sesión inaugural de la Duma, en el Palacio de Invierno el 27 de abril de 1906.


Ante la derrota militar y la oposición social se evidenció que se necesitaban cambios en la monolítica autocracia rusa. Y el zar Nicolás se ve obligado a firmar el Manifiesto de Octubre, en el que “renunciaba” al poder absoluto y prometía gobernar, constitucionalmente, con una Dieta nacional y garantizar las libertades individuales y políticas. Se convocó una Asamblea representativa, la Duma Imperial, pero en la práctica nada cambió, Nicolás siguió siendo un gobernante absoluto y esa Duma una figura decorativa, es más, la disolvía cuando no le agradaba su composición, al considerarla un menoscabo de su autoridad. Y, además Alejandra veía a la Duma como una amenaza para los derechos divinos al trono de su hijo enfermo, Alexei. Mientras ocurre todo eso, nuestro protagonista, en la sombra, va tomando, definitivamente, las mentes de zar y la zarina en Tsárskoye Tseló, donde seguían aislados y libres de la presión política y social, sobre todo para la zarina. En la corte se decía de ella que era fría y distante, no hablaba ruso y se comunicaba en inglés con Nicolás. Sus cercanas duquesas de Montenegro. Militsa y Anastasia, la mantenían en contacto con la corte y el mundo, mientras intentaba solucionar el problema de su hijo. 


17 de octubre de 1905 por el gran pintor ruso Ilia Repín (1906-1911)

Primero llaman al francés Nizier Anthelme Philippe, al que los zares llamaban “nuestro amigo”, y era célebre en esa época por practicar la inusual medicina astral, pero fracasó y según palabras que el francés le dijo a la propia zarina “algún día tendrá otro amigo como yo que le hablará de dios”. Y ese será Rasputín que fue invitado a Tsárskoye Tseló en noviembre de 1905 para departir y tomar té, al modo inglés, como la zarina. Y, lógicamente, al igual que hizo con las altas esferas de la Iglesia y la sociedad el siniestro Rasputín, de desagradable aspecto, encandiló a los zares para siempre. Sobre todo cuando en 1907, el heredero o zarevich sufrió una terrible e incontrolable hemorragia y, milagrosamente, cesó cuando nuestro místico le impuso las manos y rezó con su vehemencia habitual. Si la devoción hacia Rasputín ya era superlativa, desde ese momento el poder fascinador de místico tomó la mente de Alejandra y Nicolás. 


Caricatura de 1917 que hace sátira de la influencia de Rasputín sobre el zar, bajo el titulo: "Yo lo destroné".

Los fuertes hilos con los que Rasputín controlaba a los zares hacen que las duquesas se sientan marginadas del favor real, se distancian de Alejandra y llegan a llamar a “Demonio” al místico. Son sustituidas por una nueva fiel a los poderes de Rasputín, Anna Vyrubova, y nueva amiga de la zarina. Los tres eran inseparables y crearon un siniestro triángulo que no hizo más que agudizar la crisis del zarismo y de la dinastía de los Romanov, quedando aún más desprestigiada ante el pueblo, por la perniciosa influencia del místico demonio sanador. 


Rasputín junto con Hermógenes e Iliodor. 

Ante esa influencia en los zares, el 16 de diciembre de 1911 el obispo Hermógenes lo invitó al monasterio de Yaroslavl en San Petersburgo. Cuando llegó ocurrió lo siguiente: Mitia Kozelski, un místico, lo arrastró ante un icono y, según se dijo, intentó cercenarle el pene con unas tijeras y le escupió. Iliodor y Hermógenes lo acusaron de ensuciar la monarquía y la Iglesia. El obispo le golpeó la cabeza con la cruz que llevaba en el pecho, le obligó a arrodillarse y a jurar que no vería nunca más a los zares. El enfado de los Zares fue monumental: Hermógenes fue enviado a Lituania, e Iliodor, recluido en un monasterio.


Misiva de Rasputín al Ministro del Interior, al que había colocado él, y dice "Al ministro Jvostov envío una damita dulce, querida y hermosa. Es pobre, sálvela está necesitaba. Hable con ella, Grigori."

Así llegamos a 1912, en la Rusia sigue atrasada y con una ficción política que es la Duma imperial, con Rasputín en su Siberia natal, Alexei sufre una gran crisis de su hemofilia. Las noticias llegan al místico que escribe un telegrama a los zares para tranquilizarles, diciendo que el zarevich se recuperará, aunque todo se preparaba en la corte para su fallecimiento. Alexei se recuperó, si la zarina tenía alguna duda sobre el poder del siberiano se disipó y el místico4 la dominó aún más. Para la investigadora y biógrafa británica Helen Rappaport, “la esclavitud emocional de Alejandra fue el precio que ésta pagó por la salud de su hijo: la zarina no sólo veía en Rasputín al salvador de Alexei, sino a un hombre santo y un vidente“. Rasputín era, además, defendido a capa y espada por la zarina y el zar de todos sus escándalos, que eran una constante en San Petersburgo. Se hace acreedor de una merecida fama de adicto al sexo y de una conducta tan libidinosa que escandalizaría al marques de Sade, un enfermo sexual que se disfrazó de místico y dominó uno de los grandes imperios de la historia, casi nada. 

Otra caricatura del control del místico sobre los zares, que eran sus títeres. 

El tema es que no se escondía, contaba con la protección suprema doble: de Dios y los Zares. Eran célebres y públicas sus borracheras y sus relaciones con mujeres de las altas esferas sociales. Llegó a crear un séquito de “fieles” totalmente entregadas e idiotizadas por la capacidad de control de mentes débiles de Rasputín, una especie de Jedi maligno y oscuro. La zarina estaba avisada hasta por su suegra, la emperatriz María Fiodorovna, que le instaba a reducir la influencia del místico, que ya se permitía hasta escoger altos cargos de la Iglesia. En ese contexto el reformador Stopypin es asesinado, su programa de reformas al frente de la Duma es papel mojado, mejor dicho sangriento, y es sustituido por, no es difícil adivinar, Rasputín, cuya influencia en el zar y zarina, contribuye al descrédito total del zarismo. 


Me encantan las caricaturas del siglo XX, otra sátira del poder de Rasputín en la revista satírica rusa llamada "New Satiricon"* (traducido al ingles) 

Ante el poder creciente y absoluto del iletrado campesino siberiano, sus antiguos amigos y responsables del monstruo que habían ayudado a confirmar, no crear porque es evidente que ya lo era, se tornan sus enemigos, estamos hablando del obispo Hermógenes y el monje Iliodor. Pero nada pueden hacer y son desprestigiados por los zares y caen en desgracia. Ante ese desprecio Iliodor contraatacó con la publicación de unas supuestas cartas5 con confidencias enviadas por la zarina al místico sanador y en ellas se podían leer frases que escandalizaron al pueblo e hicieron crecer su odio al zarismo como: "Sólo deseo una cosa: dormir durante siglos sobre tu hombro mientras me abrazas". Pero es evidente que estamos ante las palabras no sexuales sino de una mujer desesperada por la culpa de ser la responsable de la hemofilia de su hijo. Aunque ya era irreversible, Rusia y su zarismo estaban ante el abismo y nuestro personaje siniestro no había hecho más que agudizar la situación, además los adeptos al zarismo, que aún tenía entre nobles y funcionarios, le ven como un peligro para la ya complicada supervivencia del sistema, le crecen los enemigos por todas partes al iletrado y poderoso Rasputín.


El zar Nicolás en el frente durante la Primera Guerra Mundial, 1915. 

En esas estamos cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, en una Rusia en la que la oposición al zarismo era cada vez más fuerte liderada por Lenin, que aseveró “el estallido de la I Guerra Mundial había hecho el más hermoso regalo a la revolución”. Mientras Rasputín está en el climax de su poder y control sobre los zares, y llevó a la dinastía y a su persona al abismo. Las constantes derrotas rusas, y las abusivas levas llevan al pueblo al borde de la revolución. En ese contexto, el 29 de junio de 1914, en Pokrovskoie, Rasputín va a sufrir un atentado. Se le acercó una mujer con un velo que le tapaba la cara, él pensó que era una mendiga y le iba a dar una moneda, cuando ella sacó un cuchillo y se lo clavó, ante los gritos del místico la mujer fue detenida por la multitud. Quedó herido de consideración y acusó al monje Iliodor como instigador de esta intriga contra su persona. La atacante era una mujer, Jionia Guseva6 que era fiel del monje, que la convenció para que atacara al promiscuo y falso mesías. El tribunal la consideró culpable pero se entendió que estaba loca y fue a parar a un psiquiátrico, e insistió en que había actuado sola. Mientras el instigador, se tuvo que exiliar y salir por Finlandia, ya en EE.UU. escribió un libro en el que reconoció ser la mente que estaba detrás del atentado. 


Rasputín herido tras el atentado de la mujer sin nariz, su siniestro aspecto se fue acentuando. 

Además de eso, Rasputín ve como su hijo varón Dimitri era llamado a las filas por la guerra, ni siquiera se inmutó, vivía y bebía sin medida. En ese momento, cenit y, a la vez, ocaso de su poder, Rasputín era la persona al que le pedían y se encomendaban muchos para no ser deportados, no ir al frente o montar un negocio. Unas suplicas que le dejaban grandes ingresos que dilapidaba de forma inmediata en sus dos adicciones, a parte del poder, el sexo y el vodka, incrementando sus juergas y descrédito de la corona. Según el editor Filipov, amigo de Rasputín, explicaba que si alguien sacaba el tema de la sexualidad durante una conversación con él, éste "cambiaba rápida y juguetonamente de tema". Es cierto que era libidinoso y que a veces parecía incapaz de contener sus impulsos y en 1912, la policía empezó a anotar todos sus movimientos, con lo que se puede conocer la importancia de las prostitutas en su vida. Se conocen testimonios de esas prostitutas que hablan de un comportamiento singular y extraño, como no podía ser de otra forma en Rasputín. Cuentan que tras pedirles que se desnudaran, simplemente las miraba durante un rato o bien se echaba a su lado vestido. Quizás el propósito de sus encuentros con prostitutas no fuera mantener relaciones sexuales, sino resistir la tentación, trascender lo carnal haciéndole frente, aunque su mente enferma muchas veces le llevaba a no soportar la tentación. 


Rasputín dando su bendición. 

Y llegamos a 1915, el zar se ve obligado a marcar a Stavka para asumir la jefatura del ejército ruso. Y dejó a Alejandra a la cabeza de los asuntos del Estado y la corte. En ese momento el triángulo formado por: La zarina, Anna Vyrubova y Rasputín, se hace cargo del poder en la decadente Rusia, y eso culminaba la carrera de Grigori, de campesino iletrado a primer ministro y guía espiritual de los zares. Según el historiador Josep Maria Casalslo cierto es que los consejos de Rasputín, que Alejandra interpretaba como emanados de la Providencia, no hacían sino avalar las opiniones de la emperatriz, que buscaba ministros dóciles a la Corona". 


Los tres supuestos conspiradores en la muerte de Rasputin, de izquierda a derecha: Vladimir Purishkevich, diputado de la Duma, el príncipe Félix Yusúpov y gran duque Dimitri Pávlovich

Ante todo la oposición de la Duma crece, lógicamente, de forma exponencial, se disparan los rumores sobre Alejandra y Rasputín de su affaire sexual, y en los rumores se hablaba de orgías entre el zar, la zarina, Vyrubova, la mujer del místico, y el enfermo siberiano. Y también la oposición les acusaba de conspirar con Alemania, para pactar una paz, todo ello, hace que en menos de 10 años el zar pase de ser el padre divino del pueblo a un bufón en manos de un iletrado campesino. La corona de los Romanov tocaba a su fin, mientras los soviets van creciendo en poder. Los últimos adeptos del zarismo, deciden que la única y postrera forma de salvar la autocracia es eliminar a Rasputín. Según Josep Maria Casalsla conjura para terminar con él partió del entorno más íntimo del zar: tuvo como figura central al príncipe Félix Yusúpov, heredero de la mayor fortuna de Rusia (y quizá del mundo), recién casado con la gran duquesa Irina, sobrina del monarca. Félix reclutó al gran duque Dimitri Pávlovich, primo de Nicolás, a quien éste quería como un hijo. El tercer implicado fue el ultraderechista Vladimir Purishkevich, diputado de la Duma.” 


Sótano donde fue "envenenado" el inmortal Rasputín.

La conjura estaba servida y el 29 de diciembre de 1916 el fin se cernía sobre nuestro extraño místico. Paso a exponer lo que Félix escribió en su libro sobre la muerte de Rasputín: el príncipe Félix tenía un plan genial que no era otro que llevar a la bestia siberiana a su palacio con una invitación que sabría que no iba a rechazar. Félix sabía que el enfermo Rasputín sentía una incontrolable atracción por su mujer Irina. Con la esperanza de verla el místico acudió y Félix logró llevarle al sótano donde le ofreció unos dulces, que el siberiano tomó pensando que los había hecho la bella Irina, estaban envenenados con cianuro, pero la extraña naturaleza del “demonio” evitó que el veneno le afectara, estaba como si nada. Y Félix tiró del plan B, sacó una pistola7 y le disparó a bocajarro. Y, de nuevo, el mesiánico ser se levantó, mientras Félix pensaba que había muerto, y huyó por el patio del palacio. Pero faltaba el tercer conspirador, Vladimir le sorprendió por el palacio y le disparó otras dos veces, y está vez, el que parecía una bestia inmortal, cayó muerto. Los tres cogieron el cadáver del falso mesías caído, lo metieron en el coche del príncipe y lo lanzaron al río Nevá por un agujero en el hielo del gélido invierno ruso. Muchas objeciones se han puesto a este relato de Félix, para el investigador Radzinsky el místico odiaba los dulces y jamás los comía. Y el relato trataba de proteger al verdadero culpable que pudo ser Dimitri, ya que de saberse nunca podría optar a ser el heredero del zar, si Nicolás caía por una revolución, algo que ocurrió. 


Patio del palacio por el que huyo hasta ser derribado por los disparos de Vladimir.

Recientes investigaciones, también en palabras de Josep María Casalsapuntan a la intervención de Gran Bretaña en el crimen para impedir que Rusia firmara una paz separada con Alemania, a la que Rasputín sería proclive. Pero si bien es cierto que el starets veía la guerra como una desgracia para el pueblo y que su intervención impidió que Rusia entrara en 1912 en las guerras balcánicas, en realidad había dicho al zar que para salvar el trono debía luchar hasta la victoria.” 


Cadáver de Rasputín tras ser sacado milagrosamente del río en el invierno ruso.

Lo que es seguro es que iletrado campesino que aceleró la decadencia del zarismo había muerto y fue enterrado en los cimientos de una capilla que su fiel Vyrubova construyó en Tsárskoye Tseló. Ya es raro que se encontrará su cadáver en el inmenso río helado, y desde que fue enterrado el destino del cuerpo del campesino siberiano es aún más extraño, tan exotérico como su persona. Por lo visto fue traslado a la capital y unos dicen que su cuerpo fue quemado en un bosque y otros que fue incinerado en los hornos del Instituto Politécnico de San Petersburgo. Y lo que es evidente que el aborto de la naturaleza que se expone en formol o falo de Rasputín es tan falso como sus poderes místicos. 


Rostro del cadáver con un claro disparo en la frente, causa evidente de su final.  

En definitiva, lo que si es real y posible es que aquel, que en inicio llamábamos Grigori, un campesino siberiano semianalfabeto se convirtió en el ser supremo sobrenatural, para los zares, que gobernaba en la sombra el imperio ruso en vísperas de la revolución. Junto con el hambre, la crisis y la vergonzosa derrota en la guerra y el desprecio a los partidos, la perniciosa y siniestra influencia de Rasputín en el Zar y la Zarina precipitó el fin de la Dinastía Romanov y el estallido la Revolución Rusa en 1917.

1- Un Archimandrita (Del latín "archimandrīta", y este del griego "ἀρχιμανδρίτης· que significa literalmente, "jefe del rebaño") es un sacerdote célibe que se ha elevado a una dignidad eclesiástica de honor, por debajo del obispo. El tratamiento de cortesía de los Archimandritas es generalmente mismo el de "Su Reverencia" y esta dignidad eclesial es el equivalente al de los arciprestes entre el clero casado, aunque de una rango más alto. 

2- Antes habían alumbrado a cuatro hijas (Olga, Tatiana, María y Anastasia)

3- Enfermedad hereditaria transmitida por vía femenina y que se caracteriza por abundantes hemorragias internas y externas. 

4- Starets o "anciano" así se conocía a los místicos del tipo de Rasputín. 

5- Dadas por Rasputín al monje, robadas o inventadas, nunca lo sabremos. 

6- Se la conoce como la mujer sin nariz, según dijo a la policía la había perdido por una reacción a la medicación a los 13 años, aunque la prensa sostuvo que fue a causa de la sífilis. 

7- Era el revólver Browning de Dimitri, el duque también formaba parte de la conspiración.

Bibliografía:
Josep María Casals. Rasputín, el místico que llevó a Rusia al abismo. Historia de National Geographic, 29 de diciembre de 2016. 
A. Fernández García. La revolución rusa. Istmo, Madrid, 1990.
C. Taibo. La Unión Soviética (1917-1991). Síntesis, Madrid, 1993.
J. Tusell y otros. Historia del Mundo Contemporáneo. Universitas. Madrid, 2001. 

Enlace:
https://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/rasputin-mistico-que-llevo-rusia-los-zares-abismo_10988/15

Fotografías: 
National Geographic & Wikipedia.

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