Grandes Hallazgos Arqueológicos XIV: La Victoria de Samotracia, la sublime Niké alada del Helenismo.

La Niké alada de Samotracia.
Hacia el año 190 a.C. un autor anónimo, que muy probablemente participó en la creación del célebre Altar de Pergamo (uno de los grandes monumentos del Helenismo), erigió una extraordinaria Niké alada esculpida en mármol de Paros, una pequeña isla griega del archipiélago de las Cícladas en el Egeo que pertenecía a Rodas. La Niké era la diosa griega de la Victoria que, en este caso, fue erigida, soberbia y en equilibrio, sobre un pedestal que representaba la proa de un navío. La espléndida Niké servía para conmemorar la victoria naval obtenida por los rodios en Side sobre Antíoco III Megas, de los Seleúcidas y rey de Siria. Los Rodios la donaron, posteriormente, al Santuario de los Grandes Dioses o Cabiros situado en en la isla de Samotracia, al nordeste del Egeo. Una sublime estatua femenina y conmemorativa de bulto redondo que habría que encuadrar en la escuela de Rodas del periodo Helenístico.

Otra vista de a imponente Victoria de Samotracia.
El Helenismo es consecuencia de la expansión de Filipo y de su hijo Alejandro Magno, que provocó la creación de un imperio de carácter oriental. Algo que introducirá nuevos elementos y cambios fundamentales en el mundo y el arte griego. Unos cambios entre los que destacan: el aumento del realismo, tanto en el moldeado y en el movimiento como en la expresión y el carácter de los temas tratados. Una nueva ambición del artista es ser capaz de representarla multiplicidad de los planos del cuerpo humano. Conseguir exponer movimientos en direcciones opuestas, el carácter y la emoción humana reproduciéndolos con el mayor realismo posible. Ese realismo condiciona los temas elegidos que son: la vejez, la infancia, la deformidad, la ira, la desesperación, la victoria..., temas anteriormente o no tratados o representados esporádicamente en el clasicismo griego. Uno de los grandes paradigmas del Helenismo, junto a la Venus de Milos o el Laocoonte, es la Victoria de Samotracia que hoy nos ocupa, cuyos pliegues arremolinados y postura elástica la diferencian de las Victorias de la escuela de Fidias, el gran escultor clásico. 

Plano del Santuario de los Grandes Dioses en Samotracia.
El descubrimiento y la posterior restauración de la Victoria de Samotracia son tan fascinantes como dicha figura. Su descubridor fue un tal Charles Champoiseau, diplomático francés, que no era arqueólogo, aunque si era entusiasta del Arte y Historia, no en vano su padre fue fundador Sociedad Arqueológica de Turena. Otro de esos viajeros y aventureros franceses del siglo XIX que son azuzados por el intento de agradar a Napoleón III, verdadero fanático de las antigüedades y empeñado en aumentar la colección nacional del Louvre. De esta forma. tras ser cónsul en numerosos países, en 1862 se encuentra en el Imperio Otomano, como Cónsul en Adrianópolis (Edirne, Turquía).

Mapa de la Grecia helenística con la costa Tracia y Samotracia.
Fascinado por la costa Tracia de Grecia y, en concreto, por una pequeña isla Samotracia. Isla que se encontraba casi abandonada tras la Guerra de Independencia de Grecia (1821-32), durante la que se produce una gran matanza que los turcos en la isla. Charles entendió que ese hecho favorecía su propósito y no tuvo que pedir permiso para su primera visita de prospección a la isla en septiembre de 1862. En dos días descubre el gran potencial que Samotracia contiene, y escribe una carta al Primer Ministro de Francia en la que expone los hechos: “Por todas partes hay centenares de columnas quebradas, fustes y capiteles de mármol que indican que los templos cubrían aquel lugar. Los campesinos han desenterrado sepulturas, sarcófagos de piedra y cerámicas. No hay duda de que unas excavaciones serias llevarían al descubrimiento de objetos raros y de gran valor”. De modo que, solicitó al gobierno de Napoleón III unos 2.000 francos, ante la magnitud de los posibles hallazgos. 

Vista del Hieron del Santuario de los Grandes Dioses, lugar donde se erigió la Niké  de Samotracia.
Una gran suma de dinero para esa época, que le fue concedida y en marzo de 1863 Champoiseau regresó a Samotracia con un equipo para realizar excavaciones sistemáticas. Centrándose en el mencionado Santuario de los Grandes Dioses, y al poco de iniciar la excavación los obreros de Adrianópolis atisban un hombro de resplandeciente mármol de Paros en una colina, y al poco ven como aparece un busto. Corren a buscar al Charles al grito de ¡Señor, hemos encontrado una mujer!, y Champoiseau termina por desenterrar un tronco de mujer cubierto con manto de más de dos metros de altura. Junto a ella aparecieron unas espléndidas alas y partes del manto de mármol, que le permitieron saber que era una Niké, una de las más extraordinarias criaturas ideadas por el hombre antiguo había sido descubierta. Y el 15 de abril de 1863, en una carta dirigida al embajador de Francia en Constantinopla se expresa en los siguientes términos: “He encontrado una estatua de la Victoria alada esculpida en mármol y de proporciones colosales. Desgraciadamente, no he encontrado ni la cabeza ni los brazos. Pero el resto está casi intacto y ha sido labrado con un arte que ninguna de las obras griegas que conozco iguala”. 

Imagen del proceso de restauración en 1879.
Todos los fragmentos y la Niké son enviados al Louvre, donde llegó en mayo 1864, tras un largo viaje por el Mediterráneo de un año. Desde su llegada la Louvre se inician los trabajos de restauración, en inicio se asegura la figura con una sólida barra metálica, muchos de los fragmentos fueron colocados, pero no se pudo hacer nada para colocar el busto y el ala izquierda, eran muy inestables y quedaron archivados. La Niké casi reconstruida en su totalidad fue expuesta por primera vez en 1866 en la célebre sala de las Cariátides del Louvre. Posteriormente, se produce otro hallazgo sensacional, en 1875 un equipo de arqueólogos austriacos realizó nuevos trabajos arqueológicos en Samotracia. Y sacaron a la luz 23 grandes bloques de mármol gris de Lartos, que correctamente unidos formaban lo que era una proa de un navío de guerra. En muchas monedas helenísticas aparece representada una Victoria alada sobre la proa de un barco, por lo que no había ninguna duda, era la imponente base de la soberbia Niké de Samotracia, que con la base alcanza los 5 metros de alto. Champoiseau recibe la noticia de tal hallazgo y logra que los 23 bloques lleguen al Louvre. 

Vista de la Victoria sobre los bloques que simulaban la proa de un navío de guerra.
Ya con los bloques del pedestal entre 1880-1883 se inicia la cuasi final restauración de la Victoria, para tal magna empresa se siguió un modelo creado por el gran arqueólogo de Grecia de la época, el alemán Alexander Conze, que acababa de descubrir el sublime Altar de Pérgamo, que estaba trabajando en Samotracia. Se reforzó la estructura, se colocó el busto, se reconstruyeron varios fragmentos incompletos con yeso y mármol, se colocó el ala izquierda y con un molde inverso de la misma se restauró el ala derecha, incluso se encajaron tres plumas originales. Pero más de viente fragmentos no pudieron ser ubicados por su mal estado, los trabajos de restauración terminan en 1884. La colosal Victoria fue colocada en un lugar de máximo honor del Louvre, a la entrada del museo, en la cúspide llamada escalera Daru, donde se alzaba majestuosa con sus dos alas. En 1891, Champoiseau realizó su última expedición a Samotracia para intentar localizar la cabeza, brazos, y los fragmentos que faltaban, no obstante, nunca se han descubierto. Lo único que se ha descubierto fue la colosal mano derecha en 1950, que una vez reconstruida se conserva en una vitrina del Lovre. Por su forma y disposición de los dedos se infiere que la Nike hacía el gesto de saludo o celebración de la victoria, podría estar incluso sosteniendo una trompeta, como en las monedas de la época, al no contar con cabeza ni brazos siempre será un misterio y fuente de hipótesis. 

Mano derecha de la Niké de Samotracia.
La sobrenatural Niké alada, aún no teniendo cabeza ni brazos, asombró y cautivo a generaciones convirtiéndose en un símbolo de la Grecia clásica, de Francia y, por supuesto, de París y del Louvre. Magna, eterna y desafiante en la escalera Daru simbolizaba en palabras de Cézanne “una idea, de todo un pueblo, de un momento heroico en la vida de un pueblo, el tejido se pega, las alas baten, los senos se inflaman. No necesito ver la cabeza para imaginar su mirada”. Nunca abandonó ese lugar prominente, salvo en la Segunda Guerra Mundial, que es trasladada fuera de París. Y, más recientemente, en la última gran restauración que se ha llevado a cabo en 2013, durante la misma se traslado a una sala del museo la figura y los bloques de la base. 

Imponente vista de como se alza la Victoria de Samotracia coronando la escalera Daru del Louvre.
Siendo sometida a un minucioso proceso de restauración que se prolongó diez meses, en el que se devolvió a la estatua la blancura original del mármol de Paros, se repararon ranuras y grietas, se añadió una nueva pluma original en el ala, y se eliminó un pedestal de cemento mal colocado en 1934. Además se descubrieron ínfimos restos de pintura azul, que demuestran, como era lógico, que la Victoria de Samotracia como otras muchas esculturas griegas, estaba policromada, llena de color para acentuar su soberbio realismo. Una maravillosa restauración que costó unos 400.000 euros que fueron obtenidos por el novedoso sistema de crowdfunding (micromecenazgo) y donaciones privadas. En 2014 fue expuesta de nuevo al público en su capital emplazamiento sobre su proa de navío, para seguir entusiasmando a generaciones, por la majestuosidad de sus alas desplegadas y el refinamiento de sus pliegues. 

Simulación del colorido de la Victoria.
La Victoria de Samotracia se alzará siempre como un icono de la Grecia clásica y helenística, representando un momento sutil y fugaz, cuasi instantáneo, en el que con un grácil movimiento la Victoria se dispone a posarse en la proa del navío. Pisando con el pie derecho y con el izquierdo todavía en el aire, en un movimiento detenido pero, al mismo tiempo, lleno de dinamismo, ya que el logrado equilibrio de la Nike genera un movimiento sinuoso. Es pura teatralidad y virtuosismo helenístico destacando las transparencias de las ropajes, todo un alarde de realismo, sublimando la técnica de "paños mojados" de Fidias, Unas ropas y pliegues llenos de nitidez y detallismo, que centran nuestra mirada en el audaz y bello ombligo y la curvatura del abdomen, puro encanto y que la aleja de la estatuaria clásica griega. Un detallismo y refinamiento que también se trasluce en las alas desplegadas, en contraposición a los ropajes ceñidos, que simbolizan ascensión y vuelo, pero también dramatismo y grandiosidad típicas del Helenismo. En definitiva, una maravilla ideada por un escultor audaz, un genio de sobrenatural habilidad con el mármol, un maestro anónimo que desafió las leyes de la gravedad para esculpir una colosal Victoria, que ha marcado la mirada del hombre desde que fue erigida en Samotracia en el 190 a.C. 

Bibliografía
S. Graham: El mundo griego después de Alejandro. 323-30 a. C. Barcelona, Crítica, 2001. 
A. Blanco Freijeiro. Arte Griego. CISC, Madrid, 1971.

Imágenes:
Wikipedia, National Geographic y Louvre.fr.

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