Grandes Iconos Universales XXI: Juramento de los Horacios, Jacques-Louis David, 1784.

El Juramento de los Horacios, Jacques-Louis David, 1784, Museo del Lovre.
En la Francia del siglo XVIII se suceden y superponen tres artes, el hedonista y aristocrático Rococó, el Neoclasicismo burgués, que surge contra los excesos del barroco y del Rococó, y el Romanticismo que nace en contraposición a la austeridad y academicismo Neoclásico. Desde mediados del siglo XVIII el Neoclásico, que se inicia en Italia, como no podía ser de otra manera, al recrear las glorias de la Antigüedad Clásica y la razón, es el arte de una burguesía de la Ilustración, que llevaba el orden y racionalidad como bandera. En pintura se caracteriza por la total preponderancia del dibujo sobre el color, el claroscuro, una luz sencilla y el clásico moldeado y representación anatómica de las figuras, al modo de esculturas clásicas. Composición llena de simetría ortogonal desechando lo superfluo, representando la arquitectura de la Antigüedad, destacar la importancia de los hallazgos arqueológicos de Pompeya o Herculano en 1748. La temática es básicamente histórica, de la cultura clásica griega o romana o de la próxima en llegar Revolución Francesa, siempre con un tono didáctico, moralizante, patriótico y propagandístico.

Jacques-Louis David, autorretrato.
Jacques-Louis David fue el máximo representante del Neoclasicismo pictórico, discípulo del gran pintor del A. Régimen, F. Boucher. Gracias al llamado Premio Roma vivió en la “ciudad eterna” desde el 1774 a 1780, donde se empapó de todo el mundo clásico, y al regresar a Francia rompe con el Rococó imperante y abraza el Neoclasicismo histórico. Sus musas eran las esculturas y mitos griegos y romanos, trataba a sus figuras como esculturas, pintaba a la manera que se esculpe un friso o un bajorrelieve. David fue un activo miembro de la posterior Revolución Francesa, amigo personal de Robespierre, finalmente acabó siendo el pintor de cámara del Nuevo Régimen de Napoleón Bonaparte. Pero eso será después, antes, durante su estancia en Roma, pintó el gran icono neoclásico, paradigma del estilo, el Juramento de los Horacios. El cuadro es un encargo personal del rey Luis XVI, cuyo reinado parecía palidecer en comparación con sus antecesores, y quería un cuadro inspirase patriotismo, lealtad a Francia y a su Monarquía. El Juramento de los Horacios es la consolidación formal del Neoclasicismo y el asentamiento de sus valores estéticos y morales. 

El Juramento entre padre e hijos, con el símbolo de las espadas y unión de manos y miradas.
David inspira su obra, decálogo del Neoclásico, en la temática de la obra de teatro Horace del dramaturgo francés Pierre Corneille de 1640. La obra se desarrolla en los orígenes de Roma, en el momento en que se plantea la pugna entre dos ciudades Roma y Alba. Una contienda se dirime de forma inusual, no con una batalla, tres hermanos de cada ciudad combatirán por el honor de las mismas. Tres campeones por cada ciudad, por Alba los hermanos Curiacios, por Roma los celebres Horacios. En la contienda ambos tridentes (que eran amigos e incluso estaban emparentados) luchan a muerte, Horacio tras la muerte de sus dos hermanos derrota y mata a los tres Curiacios. Horacio se convierte en un héroe patriótico, para quien su patria y honor están por encima de sentimientos personales y parentescos familiares. Fue vanagloriado como gran héroe de Roma, pero su hermana Camilla se reprochó la muerte de su amado, unos de los curiacios, y Horacio la acusa de falta de patriotismo y mata a su hermana. Por ello David elige dicho tema al representar los valores de Estado, de amor y defensa a ultranza (irracional en muchos casos) de su patria. David, como suele ocurrir, plasma un momento concreto de la trama en el que el padre de los Horacios les hace jurar que defenderán con su vida Roma, y como símbolo les entrega las espadas que utilizarán para la defensa y triunfo de su patria.

Líneas rectas oblicuas que convergen en el punto de fuga, pura simetría.
David realizó numerosos estudios y bocetos previos antes de tener su Juramento definitivo, en los que se ve que fue modificando muchos elementos. Para el pintor era fundamental contextualizar el cuadro, vestir a sus personajes a la forma romana, para darle verosimilitud. Gracias a Pompeya y Herculano se empezó a conocer la vida cotidiana de los romanos, como su predilección por el rojo, signo de prosperidad, y que esta muy presente en la ropa de los Horacios. David se inspirada en el arte romano y coloca sus personajes en una típica disposición de friso corrido clásico, todo con un orden y equilibrio sobrenatural. Estamos ante una composición muy teatral en la que todo está medido y colocado con la precisión de los clásicos, y en la que la luz cuasi tenebrista ilumina y resalta sus figuras. En esa precisión ayuda el fondo arquitectónico en el que David sitúa a sus figuras, un pórtico formado por tres arcos de medio punto (el arco puramente clásico) que sirve para distribuir a los personajes y dividir la obra en tres partes simétricas. En el arco central se sitúan las manos, espadas (epicentro de la obra) y el padre, en la izquierda los hermanos y en la derecha los personajes femeninos. 

Punto de fuga.
La racional perspectiva utilizada por David logra el objetivo de focalizar nuestras miradas en el centro de la obra o punto de fuga, las manos del padre con las espadas. Además las figuras masculinas están en oblicuo contrastando con la verticalidad del ajedrezado del suelo o de las columnas del triple pórtico. Todas esas lineas nos llevan como espectadores al punto de fuga central, símbolo del juramento y la lealtad a la patria, las espadas. Incluso la miradas de los hermanos y el padre se sitúan a misma altura, alineadas con el mencionado punto de fuga, formado la línea del horizonte. Las figuras masculinas están creadas a base de rectas tensas en oblicuo que convergen en el centro, mientras que el grupo femenino está formado por líneas más suaves y sinuosas. Como paradigma del clasicismo, David da absoluta preponderancia al primer plano, total predominio al dibujo sobre el color. Un colorido muy tenue con uso de colores sin mucho brillo, sobre unos figuras tratadas a modo de esculturas clásicas. 

Detalle del centro, con el padre y las espadas enmarcado por el arco central.
En el centro tenemos al padre de los Horacios con las espadas en la mano, el pater familias que toma juramento a sus hijos, a los que entrega las armas con las que lucharan por el honor de Roma. Es curioso que a pesar de ser el elemento y acción principal de la obra, está desprovisto de cualquier tipo de emoción, el juramento por la patria debe ser aséptico, eso parece decirnos David. 

Detalle de los Horacios a la izquierda, enérgicos y deseos de luchar por su patria.
A la izquierda, se no presenta el grupo de los tres hermanos Horacios, con Horacio el vencedor y hermano mayor en primer plano, llenos de amor por Roma y de deseo de entregar su vida, miran fijamente a las espadas que sostiene su padre. Unas miradas que derrochan patriotismo y unos músculos que se muestran tensos antes de la contienda. 

Detalle del grupo femenino, alicaídas y melancólicas. 
A la derecha, tenemos el grupo femenino, con la madre de Horacio protegiendo a los hijos del mismo bajo su manto y brazos, y con Sabina, mujer de Horacio, y célebre Camila que aparecen desconsoladas y desesperadas, algo que se representa con su suave apoyo de cabezas, como expresando un consuelo mutuo. Sus vestimentas, estolas y togas blancas romanas, son prueba de los estudios previos y conocimientos arqueológicos de David. 

Línea del Horizonte y punto de fuga, todas nuestras miradas son atraídas hacia este punto.
En definitiva, David resume un estilo pictórico en un óleo, además de satisfacer las directrices del rey Luís XVI de servir como acicate y muestra del patriotismo y amor por Francia y por su Monarquía. Se podría hablar de uso público del arte, como materia propagandística, pero a también puedes quedarte sólo con la belleza clásica y pulcritud simétrica de una obra que fue éxito desde su mismo nacimiento. Y como tantas otras alcanza la categoría de icono universal, que marca y orienta la mirada del Hombre desde que fue pintado.

Comentarios

  1. Hola, Pedro: Sigo por aquí, aunque no tan amenudo como quisiera. Como siempre muy interesante tu texto. Aunque conocía el cuadro, no sabía todos los detalles de su dramática historia. Hasta pronto, espero. Un saludo cariñoso!

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    1. Agradezco enormemente tus visitas a mi blog y tus comentarios Selegna, me alegra saber que sigues ahí y que me lees cuando puedes, infinitas gracias. Espero que sigas pasando por Mundo de Babel siempre que te sea posible, yo seguiré aquí por muchos años haciendo lo que sé y me gusta, y este blog me lo permite. Otro cordial saludo.

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