Personajes Singulares de la Historia XXVI: Herodes I "el Grande”.

Supuesto retrato de Herodes
En el siglo II a. C. el pueblo judío ansiaba recuperar la grandeza de un Estado autónomo gobernado por el linaje de David. Desde la misteriosa muerte de Zorobabel, último miembro de la estirpe de David, Israel había estado bajo el poder de asirios, persas, los helenos seléucidas. Hasta que en el año 167 a. C. se produce una rebelión encabezada por el linaje de los asmoneos o macabeos, que aseguraban descender de la estirpe de David. La rebelión se produce por la represión del rey seléucida Antíoco IV que saquea el templo de Jerusalén y prohibe los ritos judíos. Ante eso se produce la rebelión del sacerdote Matatías “el asmoneo” y de sus hijos, que logran expulsar a los seléucidas y hacerse con el dominio del reino de Israel durante más de cien años. Su dominio estará marcado por los problemas internos y las guerras civiles y, sobre todo, el paulatino dominio del nuevo gran poder en el Mediterráneo, Roma.

Mapa de la provincia romana de Judea en tiempos de Herodes.
De este modo llegamos al año 40 a. C., año en el que emerge la figura de Herodes, procurador de la provincia romana de Judea, que logró el apoyo del poder romano, personificado en el triunviro Marco Antonio, que gobernaba la parte oriental del Imperio. Marco Antonio en el año 37 a. C. nombra rey a Herodes, que entra de forma triunfal en Jerusalén, y logra deponer al rey asmoneo Antígono II, que es capturado y degollado por Marco Antonio. Pero Herodes no se detuvo, tenía que acabar con toda la dinastía macabea, ya que carecía de legitimidad y era un usurpador del trono. De manera que, lo primero que hizo fue organizar un cuerpo de policía personal y purgar a su competencia política, los asmoneos. Uno a uno fue acabando con la descendencia de los asmoneos, sucesivamente, fueron cayendo entre otros Aristóbulo (joven sumo sacerdote que representaba para el pueblo la regeneración los asmoneos), el antiguo rey Hircano II (del que fue consejero el padre de Herodes, Antípatro) e incluso su esposa Mariamne, que es ejecutada tras ser acusada de adulterio en ausencia de Herodes. De viaje para rendir obediencia a Augusto (vencedor de la batalla del Actium en el 31 a. C. contra Marco Antonio y Cleopatra). Herodes había acabado con los asmoneos, asegurando su reinado, y además había logrado el apoyo del todopoderoso Augusto.

Plano del primigenio templo de Salomón.
Herodes era sabedor de que para el pueblo era el usurpador del trono, y se dedicó a ganarse el favor popular. Flavio Josefo nos cuenta como ante una gran hambruna hacia el año 24 a. C. Herodes vende su propio patrimonio personal para comprar grano a Egipto y repartirlo entre el pueblo. Otra de sus medidas para hacerse con el apoyo de la plebe fue la reconstrucción el gran Templo de Jerusalén en el 22 a. C., acometida con su propia pecunia y dando trabajo a muchos hombres en las obras de ampliación del antiguo templo de Salomón (destruido por los Babilonios en el 586 a. C. y que, según la tradición, guardaba las Tablas de Moises y el Arca de la Alianza).

Maqueta del Templo de Jerusalén de Herodes.
Plano de la reconstrucción y ampliación de Herodes.
Herodes duplicó el tamaño del templo, añadió patios y muros, un templo ostentoso que resplandecía por sus mármoles y su oro, según Flavio Josefo “parecía una montaña de oro cubierta de nieve”, todo el pueblo judío lo admiraba como lo más bello que había conocido el mundo. Un templo que fue destruido por los romanos en el año 70 d. C. en la brutal represión de la rebelión judía, el Muro de las Lamentaciones es el único vestigio del templo de Herodes.

Vista de Jerusalén con el Muro de las Lamentaciones al fondo.
Herodes fue considerado el gran constructor, dotó a Jerusalén de teatros, anfiteatro, hipódromos, logrando que Jerusalén fuera una gran capital del Mediterráneo, impulsando también las artes y la cultura. Levantó el gran Palacio de Masada terminado en el año 15 a. C. en una cima cercana al Mar Muerto. Un descomunal Palacio escalonado en tres plataformas con 1.300 metros de diámetro y 37 torres. Llegó a construir una nueva capital, Cesarea, que fue fundada en el año 22 a. C. y consagrada en honor al gran César Augusto, patrono y gran amo del Imperio. Paso a ser la nueva sede de gobierno sustituyendo a Jerusalén, contaba con un glorioso puerto que la convirtió en uno de los grandes centros comerciales del Mediterráneo oriental, un gran palacio real y un colosal teatro.

Vista área de Cesarea con su magnífico teatro y puerto.
La construcción de Cesarea y la consagración en la misma de dos templos a divinidades paganas, uno al propio Augusto divinizado y otro a la diosa Roma, acrecentó la indignación del pueblo. Herodes se mostró especialmente cruel con la conspiraciones y revueltas en su contra, como cuando ejecutó en el teatro con arqueros a los trescientos supuestos seguidores del amotinado Terón, exclamando: “Que aprendan mis enemigos”. Herodes trataba de demostrar su fortaleza pero se ganaba la animadversión del pueblo con sus matanzas. Como cuando sofocó cruelmente la llamada “conspiración de los diez”, piadosos varones se rebelaron contra el reino (azuzados en la sombra por los fariseos) y que son ejecutados gracias a la presencia de un delator. Dicho delator fue matado a palos, descuartizado y sus restos comidos por los perros delante del pueblo. Y Herodes no descansó hasta descubrir a sus asesinos que fueron ajusticiados como advertencia a navegantes. Ante las sucesivas conspiraciones, la obsesión de Herodes y su celo contra posibles levantamientos contra su persona fue creciendo de forma insana. Además siempre tenía la sombra de los problemáticos fariseos, fanáticos defensores de la ley judía, que criticaban su crueldad, sus malas costumbres o su exceso de obediencia al yugo romano.

La impresionante fortaleza de Masada y su imponente emplazamiento.
Herodes llegó a exhortar a todo el pueblo judío a un juramento público de lealtad, en general la población accedió sin provocar problemas. Pero unos seis mil fariseos se negaron en redondo al juramento, para ellos el único rey de Israel era Yahvé. Herodes mandó ejecutar a algunos y encarcelar a otros como aviso, pero la tensión fue creciendo los fariseos eran muy respetados por el pueblo. Los incidentes crecieron hacia el final de su reinado, uno de esos momentos fue cuando corrió el rumor de la muerte de Herodes, y varios fariseos convencen a unos jóvenes para derribar un águila de oro que Herodes habia colocado en el dintel de la puerta del Templo de Jerusalén, algo que estaba prohibido por la ley judía. Los jóvenes acabaron destruyéndola con una hacha, tanto los actores materiales como sus instigadores intelectuales fueron quemados en la hoguera. En sus últimos días Herodes fue consumido por su manía persecutoria, veía constantes conjuras en su entorno, algunas basadas en indicios y otras fruto de su profusa imaginación. Tal fue la obsesión de Herodes que desterró a su hermano Feroras y acabo ejecutando a sus propios hijos. Condenó a muerte por traición a Aristóbulo y Alejandro (hijos de la asmonea Mariamne). Y, tan sólo unos días antes de morir, ordenó la muerte de su hijo primogénito Antíprato, que fue acusado de usurpación del trono.

Herodión o Tumba de Herodes, 12 km. al sur de Jerusalén, destruído por judíos rebeldes en el 64 d. C.
En definitiva, Herodes fue quizás el monarca más grande que tuvo Israel, pero se enajenó por su obsesión en la conservación y mantenimiento de su poder. Flavio Josefo le denominó como “el Grande”, por su labor de constructor, de difusor de la cultura y de pacificador de Israel. Hechos que  palidecen ante su crueldad y desmesurado complejo de persecución, que hizo que Josefo también lo definiera como un rey vengativo y sin compasión, paradigma del despotismo (no extraña que para la Biblia fuera ejecutor de la célebre Matanza de los Inocentes). Una negativa y merecida imagen con la que este gran monarca ha pasado a la Historia.

Bibliografía: 
Antonio Piñero. Herodes el Grande. Esquilo, Albacete, 2007.

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