Personajes Singulares de la Historia XXIII: Calígula.

Busto de Calígula.
Nuestro relato comienza en el año 35 d.C. el emperador Tiberio redacta su testamento, en el que norma sucesores a Calígula (sobrenombre de Cayo Julio César Germánico) y a Tiberio Gemelo, su nieto carnal. Sin embargo, en el año 37 d.C. muere Tiberio y Calígula anula el testamento y se convierte en emperador único. Sus primeros meses de gobierno estuvieron marcados por la buena administración y gestión, y una gran generosidad con el pueblo y ejército romanos. Pero seis meses después de ser coronado Calígula cae gravemente enfermo. Una enfermedad provocada, según Filón de Alejandría, por los excesos a los que se hizo aficionado Calígula tras convertirse emperador. Esa enfermedad es un punto de inflexión en el reinado de Calígula, hasta ese momento se le comparaba con el gran Augusto, pero al estar tan cerca de morir su carácter y personalidad cambian profundamente. Algunos mencionan que la enfermedad pudo ser provocada por una pócima que le suministraba su nueva esposa Cesonia, con la que se casó tras la muerte de su querida hermana Drusila.

Calígula ante la tumba de sus ancestros, por Eustache Le Sueur, 1647.
Sea como fuere, Calígula había cambiado para siempre, una de sus primeras medidas es asesinar a aquellas personas que habían prometido sus vidas a cambio de la recuperación del emperador. Sus alocadas medidas humillaban a los patricios romanos, obligaba a los senadores a correr detrás de su litera o les hacía pelear en el circo. Además acometió una serie de medidas y reformas públicas-urbanísticas que arruinaron al estado, llevando a Roma a un crisis económica y hambruna social. Calígula necesitaba pecunia, para sus campañas militares en Germania y para su intento de conquistar Britania. Por lo que no dudaba en imponer abusivos impuestos, en confiscar herencias e incluso en detener y condenar a ricos, para acaparar sus riquezas, de modo que la nobilitas o clase privilegiada temía por sus patrimonios y vidas. La plebe, en principio, veía con buenos ojos la crueldad de Calígula, ya que sus medidas afectaban a las clases altas, pero con el tiempo la locura de Calígula le hace perder también el favor popular, ante la carestía social. Hacia finales del año 39 empiezan a fraguarse conjuras contra su persona, según Suetonio muchas estaban sólo en la imaginación del emperador, destaca la conspiración desde Germania de Getúlico y Lépido, que fracasa. En palabras de Flavio Josefola animadversión parecía rodear por todos lados a Calígula”, hubo un momento en que todos querían vengarse del odiado emperador. Según Tácito había “una oculta insidia hacia Cayo”, dentro de sus aduladores, que temían perder su favor, crecía un sentimiento creciente y visceral de venganza.

Retrato renacentista de Cayo Calígula.
Para sus contemporáneos Filón de Alejandría y Séneca el Joven, Calígula era caprichoso, irascible, perturbado sexual y demente, un psicópata que mataba por diversión o se jactaba de acostarse con las mujeres de sus súbditos. Suetonio insiste en su locura, afirmando que sufría de epilepsia y que mantenía relaciones incestuosas con sus hermanas, e incluso que convirtió el palacio imperial en un lupanar. Quizás todo está un poco exacerbado por su leyenda, pero es innegable que el poder y la enfermedad habían llevado a Cayo a la locura. Por lo que no es de extrañar que según Dión Casio todos los cortesanos de Calígula eran partidarios de su muerte”, de esta manera en el año 41 d.C, tan sólo cuatro años desde su proclamación, se inicia la conjura final para acabar con la vida del odiado emperador y sus excesos. Para Flavio Josefo estaba formada por tres grupos conjurados dirigidos por Emilio Régulo y Casio Querea. Parece ser que este ultimo fue clave en la conspiración, Casio era el blanco constante de las burlas y bromas de Calígula, por lo que le movió un odio personal, que trató de ocultar tras la búsqueda del bien para el imperio, A Casio se le unió el tribuno Cornelio Sabino, siendo las figuras claves de la elaborada conspiración. Ambos formaban parte de la guardia pretoriana, encargada de custodiar la vida del emperador, pero además existía la guardia germánica o personal del emperador, formado por entre 100 y 500 hombres germánicos (con fama de fieros y bárbaros) fieles al emperador. Uno de los motivos por lo que el número de conspiradores debió ser mucho mayor que el indicado por las fuentes, para tramar tal conjura a espaldas del emperador.

Obelisco del Vaticano, construido en tiempos de Calígula, en inicio para Egipto.
Los conjurados eligieron actuar durante los llamados Juegos Palatinos, que se celebraban cada año en honor a Octavio Augusto a finales de enero, pero llegó el último día de los juegos y Casio Querea y los conjurados no habían llevado a la práctica su venganza. Ese último día de los juegos, el 24 de enero del 41 d.C., durante una representación teatral la plebe se agolpaba antes de la llegada de Calígula, quién debía abrir el acto con un sacrificio a Augusto. Es curioso, que al proceder al sacrificio Calígula salpica de sangre a uno de los conjurados, Asprenas, algo que desató la alegría del excesivo emperador. Acto seguido Calígula toma asiento junto con sus más cercanos cortesanos, entre los que se encontraba Casio Querea, para disfrutar de las representaciones del día (el Laureolo de Catulo, y la tragedia Cíniras), ajeno a que la muerte se cernía sobre su persona.

Foro romano, Calígula ordenó unir el Palatino (al fondo) con el Templo de Castor y Polux (a la izquierda).
Los hechos se precipitan cuando Calígula decide retirarse al Palatino para darse un baño, iba con prisa por lo que no toma el camino habitual y decide atrochar por un pasadizo oscuro y sin vigilancia que conectaba el teatro con el Palatino y los baños (que ha sido encontrado por la arqueología bajo la casa de Tiberio). Eso facilitó la labor de los conjurados, en ese estrecho corredor Calígula fue asaltado por Casio Querea que le hirió con su espada en el cuello, Calígula intenta huir, pero otro golpe de Cornelio Sabino le reduce, momento aprovechado por los conjurados para rematar la emperador con más de treinta puñaladas. Algunos de los conjurados huyeron, otros fueron capturados y asesinados por la guardia germánica allí mismo. Las noticias de la muerte del emperador llegan hasta el teatro y su esposa e hija corren a ver el cuerpo de Calígula, momento aprovechado por varios conjurados para matarlas, y de este modo evitar que se pudiera legitimar un sucesor. Muchos de los presentes en el teatro temían ser masacrados, ya que la persecución de la guardia germánica fue brutal e inmediata, incluso asesinan a algunos que nada habían tenido que ver con el magnicidio. La bárbara guardia germánica llega a rodear el teatro, pero varios senadores, entre ellos el cónsul Saturnino, logran disuadir a la guardia.

Grato proclama emperador a Claudio ante el cadáver de Calígula, óleo de Lawerence Alma-Tadema, 1871.
Tras el asesinato de Calígula, el pueblo se reunió en el foro a espera de noticias, ya que los senadores, liderados por los cónsules Saturnino y Segundo, se habían reunido en el Capitolio para decidir si restaurar la República o mantener el Imperio. Muchos senadores pensaban que era el momento de acabar con el sistema imperial y volver al añorado (que no ideal) régimen republicano. Incluso Saturnino propuso premiar a Casio Querea por acabar con la tiranía de Calígula. Pero los senadores no contaban con que la guardia pretoriana iba a encontrar a Claudio, tío de Calígula, y dicho ejército exigía que Claudio fuera nombrado emperador. Además el pueblo, congregado en el foro, también pedía la cabeza de los asesinos de Calígula y, en gran parte, no era partidario del regreso a la República senatorial. De modo que, al día siguiente en una reunión en el templo de Jupiter, el ejército romano impone la proclamación de Claudio, los partidarios de la República habían perdido su oportunidad. Querea es ejecutado, al ser acusado por Claudio de asesinar a Calígula por razones personales, ya que es evidente que la conjura tenía más motivos personales que el deseo de liberar a Roma de un tirano. Sabino fue condenado a convertirse en gladiador, y se suicidó al poco tiempo. Pero es curioso que todos, incluso Claudio, reniegan del asesinado Calígula, por su locura y ansia de poder, que le habían convertido en un auténtico tirano. Algo, totalmente, extrapolable a la realidad mundial del siglo XXI. Cada día que pasa es más evidente que otro mundo no es posible, y en gran parte se debe a la diletancia y estulticia de malos gobernantes, y que el ansia de poder es algo inherente al ser humano. 

Bibliografía: 
G. Bravo y J. Mangas. Roma. Historia Universal. Vicens Vives, Barcelona 1998 
J. M. Roldán. Historia de Roma. Ed Universidad. Salamanca. 1995.
J. A. Rodríguez Valcárcel. Calígula. Alderaban, Cuenca, 2010.

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