Grandes Iconos Universales XVI: Las tres Gracias, Pedro Pablo Rubens, 1630-1635.

Las tres Gracias.
En el siglo XVI la escuela flamenca había perdido la originalidad que atesoraban los llamados primitivos flamencos, en el XVI las musas y Gracias se trasladan a Italia, pero en el s. XVII una genial figura otorga nuevamente un carácter peculiar a la pintura de Flandes, el gran Pedro Pablo Rubens. El catolicismo mantenido por la presencia de los españoles hace que mantenga los temas religiosos, con un optimismo y cariz alegre. Rubens se decanta por los aspectos placenteros de la existencia, temas costumbristas, paisajes, bodegones y naturalezas muertas, grandes piezas de caza y opulencia de mesas que rebosan frutas y manjares (frente a la austeridad franciscana de los españoles) y, sobre todo, el tema mitológico, que sublima y renueva formalmente.

Autorretrato, 1617, Galería de los Uffizi, Florencia.
Pedro Pablo, nace en Alemania, y tras su paso por Venecia, se traslada a vivir a Amberes, gran puerto de Flandes y su verdadera patria, donde forjó su original estilo y estableció un taller en el que trabajaron numerosos ayudantes y aprendices. En Rubens el Barroco brilla con inusitada vitalidad, sus viajes constantes, como diplomático, a España e Italia (fue el pintor favorito de Felipe IV) otorgan a su pincel un tono clasicista en los temas mitológicos. Su estilo se basa en la exaltación del color, el movimiento y la forma gruesa, en esa forma reside su originalidad. La gama de colores utilizados, la soltura de la pincelada, el uso de la paleta adquieren una intensidad pocas veces alcanzada, frente a otras obras, incluso las del glorioso Velázquez, que en tantos aspectos le supera, se nos muestran opacas o con escaso brillo frente al cromatismo del maestro flamenco.

El original y grueso Juicio de París. 
Sus composiciones adquieren un dinamismo extraordinario, representa los músculos en una inusitada tensión, apostando por diagonales enérgicas, como sus árboles, que se retuercen como sarmientos, o suelos ondulantes, dejando de lado la vertical, la horizontal y el estatismo. Rubens representa a sus mujeres gruesas, mostrando su inclinación hacia la figura redonda, muy propicia para la pintura. Su obra es enorme, en la actualidad se atribuye parte de ella a su taller, marcada por las formas gruesas y ondulantes y una gran riqueza de color y movimiento. Y, sobre todo, en sus obras mitológicas se revela como gran interprete de la fábula pagana, con una nueva y gruesa concepción del desnudo femenino (que tendría sus orígenes en Tiziano), destacar sus excepcionales obras: Diana y sus ninfas perseguidas por los sátiros (Museo del Prado), marcada por el contraste entre los músculos broncíneos de los sátiros y las pieles nacaradas de las ninfas, El Juicio de París o su espectacular Saturno, no obstante, su cenit llega con Las tres Gracias.

Diana y sus ninfas perseguidas por los sátiros.
En Las tres Gracias, Rubens revoluciona el tema mitológico dando rienda suelta a su devoción por las formas femeninas ampulosas. Para representar a las tres Gracias, en total contraposición con las representadas por Botticelli en su Primavera (ver Grandes Iconos Universales XIV: La Primavera, Sandro Botticelli) o por Rafael en sus Tres Gracias, marcadas por la castidad y el idealismo, mientras que Rubens se centra en la sensualidad y el movimiento. Rubens revoluciona la representación de las tres Gracias, que eran diosas menores, que solían presidir banquetes, las danzas y celebraciones. Las tres Gracias latinas se corresponden en la mitología griega con las Cárites, que eran las tres hijas de Zeus y Eurínome, y pertenecían al séquito de Afrodita. Eran tres: Aglaya, la más joven y bella, que simboliza la inteligencia, Eufrósine, que representa el placer y la alegría y Talía, musa de la comedia y de la poesía bucólica. Según el mito las Gracias otorgaban a dioses y mortales la alegría, pero no sólo eso sino también la elocuencia, la sabiduría y la libertad. Se creían que tenían la capacidad de dotar a los hombres de la genialidad necesaria para ser un excepcional artista. Siempre estaban danzando, de modo que siempre se las ha representado en el momento de unirse para iniciar su grácil danza.

Centro de la sublime composición de pieles, transparencias y gestos.
Rubens respeta el modelo clásico de representación, pero innova en las formas y en las maneras de relación entre las figuras, creando un grupo lleno de unidad y sensualidad. Rubens utiliza una sublime composición en guirnalda elíptica al enlazar las tres figuras femeninas conectadas entre sí a través de los brazos, la trasparencia de sus velos y la psicología de sus miradas, dando una gran unidad al grupo. Además de mostrar una excelsa sensación de movimiento y gracia en unas figuras llenas de ampulosidad de sus contornos. El detalle de las flores en la parte superior de dicha guirnalda y el sutil y brillante paisaje de fondo acentúan la belleza del conjunto. 

Gran unidad del grupo con sus miradas y conexión en mediante los brazos y manos.
Un fuerte foco de luz resalta el colorido de la piel y las gruesas formas de las muchachas, en cuyos rostros creen algunos reconocer las facciones de las dos esposas del pintor, Isabella Brant y Hélène Fourment, sobre todo de la segunda. Parece claro que la obra nos trasmite sensualidad y felicidad a partes iguales, algo común en las pinturas de la última etapa de Rubens. Para muchos Las tres Gracias son un declaración de amor y felicidad de Rubens por su matrimonio con la joven Helena Fourment, que tuvo lugar en diciembre de 1630.

Parte superior de la composición en guirnalda, llena de belleza.
Evidentemente, Rubens traslada su gusto personal por las mujeres gruesas, pero proporcionadas y elegantes, a su pintura, cambiando y revolucionando el canon de belleza. Además de sublimar la sensación de movimiento y gracia de las tres figuras entradas en carnes, que irradian belleza, luz y sensualidad. Rubens consigue, como sólo los grandes pueden, hacer que como espectadores nos integremos y nos sintamos participes de la escena. Creando un gran icono universal original e innovador, que ha marcado la mirada del hombre y de la humanidad desde el mismo momento que fue concebido. 

Bibliografía: 
G. Néret. Pedro Pablo Rubens. 1577-1640. El Homero de la pintura. Taschen Benedikt, 2006. Hans Vlieghe. Arte y arquitectura flamenca, 1585-1700. Madrid, Cátedra, 2000. 

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