Personajes singulares de la Historia XXII: Hatshepsut, la reina que logró ser faraón.

Escultura de Hatshepsut.
Nuestro relato arranca con el reinado de Tutmosis I, gran faraón de la Dinastía XVIII, que con sus campañas militares hace que Egipto domine toda la zona de Palestina, y se convierta en el estado más poderoso del mundo mediterráneo. Nuestra protagonista, Hatshepsut, era hija de Tutmosis I y la princesa Ahmose, el matrimonio tiene otros tres hijos más, pero mueren muy jóvenes, sólo Hatshepsut y su hermana menor, Neferubity, llegan a la edad adulta. Tutmosis I logra una gran prosperidad y esplendor económico para Egipto, pero muere de forma repentina y temprana en el 1492 a. C., y sus hijos varones habían muerto, por lo que Hatshepsut era la mejor colocada en la línea sucesoria, ya que su propio padre la asoció al trono al nombrarla heredera. 

Esfinge de Hatshepsut con la barba de faraón.
Sin embargo, era muy complejo para una mujer acceder al trono de Egipto, y se produce una conspiración liderada por el Chaty, gran funcionario y mano derecha del faraón, y Ineni o poderoso arquitecto real. Una conjura que logró situar en el trono al hermanastro de Hatshepsut (hijo de Tutmosis I y una de sus concubinas). Un duro revés para nuestra joven reina que se ve obligada a casarse con su hermanastro, Tutmosis II, convirtiéndose en la Gran Esposa Real. En el Antiguo Egipto, el matrimonio entre hermanos se daba frecuentemente, sobre todo en la realeza, no se consideraba incesto, ya que era una forma de preservar la sangre real. Hatshepsut como gran esposa del faraón/dios comenzó a rodearse de un grupo importante de adeptos y fue creciendo su poder e influencia, entre ese grupo hay que mencionar a los relevantes Hapuseneb y Senenmut.

Templo funerario de Deir el-Bahari.
Además el reinado de Tutmosis II es muy breve, sólo gobernó tres años y medio, tuvo dos hijos pero eran unos niños, por lo que Egipto estaba en manos del Visir Inani, que sería el gran opositor de Hatshepsut. Ya que una vez más, dicho Visir impone su criterio y se nombra sucesor a un hijo de Tutmosis II con una esposa secundaria (llamada Aser), que accede al trono como Tutmosis III, aunque sólo contaba con doce años de edad. Sin embargo, la historia no se repite para Hatshepsut, como Gran Esposa Real consigue convertirse en la Regente de Tutmosis III en el año 1473 a.C. Hatshepsut pospuso “sine die” el matrimonio de Tutmosis III con su hija Neferura, con lo que impidió la legitimación total de Tutmosis III. Se convertía de este modo en la primera regente mujer que no era madre del faraón. Además planeó de forma muy inteligente su acceso al trono acabando con el poder del Visir, y permitiendo el ascenso político de sus adeptos, en concreto, de Hapuseneb, que se convirtió en Visir y Sumo Sacerdote de Amón, y de su cercano seguidor Senenmut, de origen plebeyo (se especula que fuera su amante) que nombrado Arquitecto real e instructor de su hija.

Estatua de Senenmut. 
Hatshepsut ya contaba con el poder absoluto y se hace coronar como Faraón de las Dos Tierras y primogénita de Amón en presencia de Tutmosis III, gracias al apoyo de la casta sacerdotal liderada por Hapuseneb. De esta forma, se convirtió en la tercera y más poderosa reina-faraón de la historia egipcia. Hatshepsut, cuyo nombre significa “la primera de las nobles damas”, fue la primera mujer que desafío el orden establecido en su época, para convertirse en el faraón más poderoso de Egipto, durante un reinado que se extiende del 1479 al 1457 a.C. De tremenda personalidad impuso su carácter de gran gobernante dejando en un segundo plano al futuro Tutmosis III, realizó una gran labor política, con la ayuda de los mencionados Hapuseneb y Senenmut, llevando a Egipto a una de sus etapas más gloriosas. Es curioso, que la faraona asume los atributos y elementos masculinos de su cargo, de esta manera es representada de forma andrógina y con barba. Fue una magnífica reina y regente al saber ganarse el favor y apoyo de la sociedad y, sobre todo, de la casta sacerdotal de Amón en Tebas, a través de donaciones y privilegios. Hatshepsut recurre a la llamada Teogamia, para legitimar su reinado y su derecho al trono, al ser considerada como un Dios en la tierra. De modo que, se proclama primogénita de Amón y su delegada ante el pueblo egipcio. La Teogamia daba tranquilidad a su reinado, pero otorgaba un creciente poder a la casta sacerdotal de Amón, que acabara perjudicando a su Dinastía.

Capilla Roja de Karnak.
La divina Hatshepsut dedicó gran parte de su reinado a su excelsa labor constructiva y de reconstrucción de los destrozos ocasionados por la guerra con el pueblo semita de los Hicsos. Su labor constructiva la centró fundamentalmente en Tebas, en concreto en Luxor, en la cantera de Asuán y, sobre todo, en el Templo de Karnak donde construyó la bella Capilla Roja y grandes obeliscos. No obstante, destaca sobremanera su Templo funerario, los faraones de la Dinastía XVIII, además de erigir su tumba, ordenaban levantar un gran templo mortuorio, como símbolo de su reinado. Hatshepsut levantó el suyo en un paraje llamado Deir el-Bahari y encargó el famoso templo de los millones de años a su arquitecto Senenmut. Erigiendo uno de los templos más bellos de Egipto, una joya conocida como Dyeser-Dyeseru o "el sublime de los sublimes". Fue construido al lado del templo de Mentuhotep II, y es sublime en su disposición en largas terrazas columanadas con suaves rampas, con edificios porticados y patios, en perfecta armonía arquitectónica con el terreno rocoso, un auténtica maravilla. 

Puerta del Templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari.
El reinado de Hatshepsut se caracteriza por ser un periodo pacifico, no obstante, llevó a cabo pequeñas campañas militares de control por Nubia y Siria-Palestina. Además merece la pena destacar sus viajes a reino de Punt (mítico reino de donde procedía el incienso y la mirra, que estaría en la actual Somalia). Estas expediciones fueron dirigidas por Nehesi, portador del sello real, una empresa comercial, pero, al mismo tiempo, Hatshepsut ordenó realizar profundos análisis de la flora y fauna, y de la estructura político-social. La expedición regresó con oro, marfil, ébano y otras maderas preciosas que enriquecieron considerablemente las arcas reales, además de traer especies animales totalmente desconocidas. La importancia del viaje fue inmortalizada en las paredes del templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari, siendo utilizado de forma propagandística para aseverar el cenit de su reinado. Y precisamente, al terminar su gran templo funerario en el año 16 de su gobierno, cuando comenzó a menguar el protagonismo de Hatshepsut, y fue creciendo la estrella de Tutmosis III.

Otra vista del llamado Dyeser-Dyeseru, sublime.
De forma repentina todo se tuerce, mueren, en peculiares circunstancias, sus fieles Hapuseneb y Senenmut. Y poco después fallece su hija Neferura, a la que había nombrado heredera, con la ambiciosa idea de crear una estirpe de mujeres faraón. De esta manera, Hatshepsut desaparece de la vida política y Tutmosis III se levanta como nuevo y gran faraón, tras un golpe de Estado en toda regla. Se acababa el reinado de la gran faraona, tras 22 años de buen gobierno, se dice que Hatshepsut muere en su palacio tebano, totalmente aislada y abandonada, contaba con unos 50 años. Según las últimas investigaciones, centradas en el estudio de su momia y realizadas por el arqueólogo Zahi Hawass, murió de osteoporosis, artritis y cáncer después de meses de sufrimiento. A su muerte, como era costumbre, su nombre fue eliminado de anales y listas de reyes, y sus estatuas destruidas o enterradas, Tutmosis III borró a su madrastra de la Historia, para legitimar su reinado, y presentarse como único heredero de Tutmosis II. En definitiva, la gran labor y personalidad de Hatshepsut lleva a Egipto a una de sus épocas de mayor esplendor, que será continuada por el gran Tutmosis III.

Tutmosis III.
Bibliografía: 
C. Desroches Noblecourt. Hatshepsut: la reina misteriosa. Barcelona, Edhasa, 2004. 
C. Jacq. Las egipcias. Barcelona, Editorial Planeta, 2000.
J. Padró. Historia del Egipto faraónico. Alianza. Madrid, 2003. 
T. Bedman González. Reinas de Egipto: el secreto del poder. Madrid, Editorial Oberón, 2003.

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