Pasajes de la Historia XXII: El Egipto de Alejandro Magno.
Busto de Alejandro. |
Nos encontramos en el invierno del 332 a.C., Alejandro Magno llevaba dos años avanzando contra los persas, y en ese avance llega a Egipto, donde fue venerado como salvador y descendiente de Zeus-Amón. Alejandro sólo permanece en Egipto cuatro meses, pero su labor deja una profunda huella, fundando la más célebre de sus Alejandrías. Todo comenzó en septiembre del 332 a.C. Alejandro ocupa la ciudad Tiro, gran centro de la flota naval persa, y la delegación egipcia en dicha ciudad le pide ayuda para expulsar a los persas de Egipto. De manera que, Alejandro se hace con Gaza y entra en Egipto por el puerto de Pelusio, donde reúne a su flota y marcha contra el gobernador de Egipto, el sátrapa persa Mazakes. La entrada en Egipto fue triunfal, Mazakes no opuso ninguna resistencia y el pueblo recibió a Alejandro como gran liberador, y de inmediato fue nombrado faraón. Pronto, en febrero o marzo del 331 a.C., tras pasar por Menfis, Alejandro funda en la desembocadura del Nilo, frente a la isla de Faro, su gran Alejandría, donde su unirán las culturas egipcia y griega. Para luego ir a consultar el oráculo del templo de Dios Amón en Siwa, donde parece que recibe la confirmación de que es hijo de Zeus-Amón y que su destino es ser el conquistador y creador de un tremendo imperio. Posteriormente, regresó a Menfis para nombrar nuevo gobernador de Egipto al griego Cleómenes de Náucratis, y crear una nueva organización administrativa de Egipto. Alejandro en Egipto fue aclamado y, según Gaston Maspero, “... llegó a ser dios en Egipto naturalmente y sin esfuerzo...”.
Relieve de Alejandro como faraón de Egipto ante Amón-Ra, templo de Luxor. |
La fundación de Alejandría en la franja costera cercana a la aldea de Rakotis y frente a la Isla de Faro, es la gran aportación de Alejandro a Egipto. Ya que estableció lo que sería una gran ciudad y puerto comercial, un crisol de culturas, que bajo su nombre se convertiría en la gran capital de Egipto y la urbe comercial del Mediterráneo. Llena de monumentos, organizada y ortogonal, diseñada por el arquitecto Dinócrates de Rodas y localizada en un punto ideal, fácil de defender, abrazada por el gran Nilo, y muy conectada con las grandes ciudades de Egipto, como Menfis. Con un espléndido puerto abierto al Mediterráneo, para conectarla con Macedonia y Grecia, agua dulce en abundancia (el lago Mareotis), un clima perfecto, fácil acceso al Nilo, mucha piedra caliza. Lo tenía todo para ser la nueva gran ciudad de Egipto y de Grecia, de una nueva Grecia que estaba diseñando Alejandro, no compuesta por Polis o ciudades estado sino por reinos y países de un gran Imperio.
Mapa que ilustra el gran Imperio del divino Alejandro Magno. |
Según Plutarco, Alejandro decide fundar la más famosa de sus Alejandrías tras un sueño en el que se le aparece el propio Homero, según la tradición un gran arquitecto, Alejandro ordenó señalar los límites de la nueva ciudad con harina de trigo, desatando la llegada de numerosas y diferentes aves que picotearon la harina y reanudaron su vuelo. Alejandro preguntó a los augures el significado de tal hecho y le responden que “... la ciudad que has mandado construir alimentará a todo el mundo civilizado y por todas partes habrá hombres que vayan y vengan del ella...”. Según esa misma Vida de Alejandro de Plutarco la forma de la bandada de pájaros (un augurio excepcional) al retomar el vuelo señaló el perímetro de la nueva capital egipcia.
Ruinas del santuario de Zeus-Amón en el oasis de Siwa. |
Hay que analizar también la visita de Alejandro al oasis y santuario de Siwa (desierto del Sahara), en la primavera del 331 a.C. partió con su escolta a una expedición de 220 kilométros por el desierto guiado por nativos egipcios. Pero una extraña lluvia y tempestad les sorprendió en el desierto, y borró el camino a seguir, en ese momento le fue enviado unos cuervos, o unas serpientes, a los que siguieron hasta llegar al santuario de Amón. De esta visita nos informan dos grandes historiadores clásicos, en palabras de Plutarco fue saludado por los sacerdotes de Zeus-Amón como “Oh Hijo de Zeus” e “invencible conquistador del mundo”. Según Diodoro de Sicilia una vez dentro del templo de Amón y ser saludado como hijo de Zeus, Alejandro dijo “¡Si acepto el oráculo, oh padre! ¿Me das en el futuro el imperio de la tierra entera?", finalmente el sacerdote y profeta proclamó que el dios le concedía lo que solicitaba...”.
Muerte de Alejandro Magno, según Karl Von Piloty. |
Tras ser proclamado hijo de Amón-Zeus, Alejandro regresó a Menfis (mítica capital de Egipto) en el verano del 331 a.C., donde ofrece grandes sacrificios y ofrendas a los dioses de Egipto, fundamentalmente al divino buey Apis, además de celebrar unos grandes juegos atléticos en honor al gran Zeus, procesiones y fiestas. En los relieves egipcios está corroborado como fue proclamado faraón y recibió todos los honores correspondientes. Tras esto, sólo cuatro meses después de haber llegado a Egipto, Alejandro se marcha para seguir con sus campañas de conquista, y no regresa nunca más con vida a Egipto. Pero tras su muerte, el cadáver de Alejandro va a ser trasladado a Alejandría, en donde su tumba se convierte en meta de peregrinos (entre ellos muchos emperadores romanos como César o Augusto) y lugar de culto durante siglos. En Egipto se veneró y divinizó la figura de Alejandro como hijo de Amón-Zeus, era hijo de un dios y una mortal, como Heracles o Aquiles (el gran ídolo de Alejandro). El dios Zeus-Amón tomó a su madre Olimpia bajo la forma de su padre el rey Filipo, según el mito.
Recreación, según Diodoro, del carro tirado por mulas que llevó a Egipto el cadáver de Alejandro. |
Alejandro muere en Babilonia en junio del año 323 a.C. siendo trasladado por uno de sus generales, el célebre Ptolomeo Lagos, a Egipto. Según Diodoro de Sicilia fue llevado en un sarcófago de oro y arrastrado por un suntuoso carro llevado por 64 mulas. Ya en Egipto su cuerpo fue momificado en la capital Menfis, y recibió sepultura en la sagrada necrópolis de Saqqara (lugar de la primera pirámide). Finalmente, la momia de Alejandro fue llevada su Alejandría y situada en la denominada Soma, tumba monumental, que se situaba entre las dos vías principales de Alejandría, alrededor de ella se colocaron las tumbas de Ptolomeo y de los distintos reyes y reinas ptolemaicos, descendientes de Alejandro. Según Estrabón, Augusto en persona llegó a tocar la momia de Alejandro, que reposaba en un sarcófago de alabastro fundido. Tristemente no se puede corroboran tal afirmación, ya que la tumba de Alejandro y las de los demás Ptolomeos desaparecen, sin una explicación clara, a finales del siglo IV d. C.
Augusto ante la tumba de Alejandro, según Sebastien Bourdon. |
Además de ser venerado como un Dios y como un mito, Alejandro se convirtió, por obra de un relato o leyenda, en hijo del último faraón egipcio expulsado por los persas, Nectanebo II, mago y astrólogo. Un relato recogido por la Vida de Alejandro de Pseudo Calístenes, que nos cuenta que Alejandro fue concebido por la unión de Olimpia con Nectanebo (que habría llegado exiliado a Macedonia) en la forma del dios Amón. Un hecho que justificaba que Alejandro fuera rey de Egipto, como hijo del último faraón, pero lo que es más importante el derecho al trono quedaba unido legítimamente a sus herederos los Ptolomeos, descendientes de Ptolomeo Lagos. ya que eran los sucesores legales del hijo de Amón-Zeus y del ultimo faraón egipcio. Una maniobra propagandística de una agudeza tremenda, que perpetuó a los Ptolomeos en el trono de Egipto durante siglos, hasta la conquista romana. Como descendientes del gran Alejandro, un dios/rey, cuya corta estancia en Egipto tuvo tal calado que el mítico reino del Nilo conoció otra gran era de prosperidad alrededor de la grandeza de su gloriosa Alejandría.
Bibliografía:
A. B. Bosworth. Alejandro Magno. Akal, Madrid, 2005.
J. Padró. Historia del Egipto faraónico. Alianza. Madrid, 2003.
E. M. Forster. Alejandría. Seix Barral, Barcelona, 1984.
C. García Gual. Alejandro Magno, el faraón Macedonio. Historia de National Geographic. Nº 36, 2007.
C. García Gual. Alejandro Magno, el faraón Macedonio. Historia de National Geographic. Nº 36, 2007.
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