Personajes singulares de la Historia XX: Rodrigo Díaz, El Cid Campeador histórico.

Estatua ecuestre del Cid en Burgos.
Rodrigo Díaz nació en el año 1048, era hijo de Diego Laínez, un fiel militar de la corona castellano-leonesa, que había participado con éxito en las tomas de las fortalezas de La Piedra o Urbel frente a los navarros. Esos fieles servicios le hicieron ganarse una cómoda posición dentro de la corte del rey de León y Castilla, Fernando I. Se suele señalar que Rodrigo nace en Vivar (Burgos), pero no hay ninguna prueba empírica, documental ni histórica que asevere esa afirmación, sólo que en el Cantar de Mio Cid se le define como el “de Vivar”. En la corte castellano-leonesa es donde Rodrigo se cría y cultiva el cuerpo y la mente, crece con las historias y hazañas de su padre y de la Reconquista. Además de completar su adiestramiento, traba una gran amistad con el infante Sancho con el que se instruye en las artes de la guerra y ambos exploran la frontera con el Islam, en ese momento atomizado en los llamados Reinos Taifas

Fernando I de León
Junto al infante Sancho va a realizar su primer viaje, siendo aún muy joven, con tan sólo 16 años se dirige a Zaragoza, capital del reino Taifa tributario del rey Fernando I. Las llamadas parias o tributos que pagaban los reinos taifas suponían para las arcas de Fernando I unos 45.000 dinares de oro. Mientras Rodrigo contempla las maravillas de la capital islámica llena de mercados, mezquitas, y queda fascinado por el lujo y la grandeza del Alcázar. El objetivo del viaje era plasmar el acuerdo entre el infante castellano-leonés Sancho y el príncipe de Zaragoza Al-Muqtadir, para crear un ejército conjunto con el que luchar contra Ramiro, rey de Aragón, para que la ciudad de Graus quedara reintegrada al reino Taifa de Zaragoza. La victoria y homenaje a los cristianos en el Alcázar zaragozano marcan al joven Rodrigo, iniciándose su fascinación por el mundo andalusí islámico. Por su dinamismo urbano y comercial, por su lujo y sus formas de vida y organización. 

Aljafería de Zaragoza, construída por Al.Muqtadir.
En el año 1065 muere el rey Fernando I y el reino de Castilla y León queda fraccionado entre los tres hijos del rey: Galicia para García, León para Alfonso y Castilla para Sancho. El nuevo rey de Castilla, Sancho II (amigo desde la infancia) otorga a Rodrigo el titulo de Cid (que viene de Campi Doctor, experto en el campo de batalla). La carrera del Cid es fulgurante se convierte en uno de los hombres más importantes de la corona castellana. Pero todo cambia para Rodrigo en 1072 con la muerte de Sancho, y la unión, de nuevo, de Castilla y León bajo la corona de Alfonso VI. En la nueva corte la posición de Rodrigo es privilegiada, pero nunca llega al nivel que tenía con Sancho. Aún así Alfonso VI intercede para que se case con Jimena, perteneciente a la alta aristocracia asturiana. Además el nuevo rey le hizo embajador de Castilla y León ante los diferentes Taifas, para resolver pleitos y deudas de gran enjundia para la corona. 

Iglesia de San Miguel, Vivar del Cid (Burgos)
De esta manera, en 1079 viaja al reino Taifa de Sevilla para resolver y garantizar el pago de tributos pendientes de un acuerdo de paz anterior entre el príncipe de la taifa sevillana y la corona castellano-leonesa. En se momento se produce el ataque el vecino reino taifa de Granada, por lo que Rodrigo ofrece su diestra mano y sus hombres para defender a la taifa sevillana, aliada de su rey Alfonso VI. Pero ocurre que con el reino de Granada marchaba García Ordóñez, vasallo de Alfonso VI de escala superior al Cid, por lo que la batalla se convierte en una lucha de egos personales entre dos caballeros cristianos, que finaliza con la humillante derrota de García Ordóñez y el homenaje del príncipe sevillano a la figura del Cid. Además de resolver el pleito y renovar la alianza con la taifa sevillana. A pesar del éxito, Rodrigo sabía que su victoria contra Ordóñez afectaría a su vida y posición en la corte castellana. Además se había informado de la vida andalusí, de unos príncipes más dados al lujo que a la guerra, que contaban con unos ejércitos de escaso potencial en el combate.

Alfonso VI de León.
Así llegamos a la primavera de 1081, tras diez años de fiel vasallaje hacia el rey Alfonso, El Cid se decide por una idea que rondaba siempre en su cabeza, el riesgo de un viaje ilegal y prohibido a tierras musulmanas. Con sus hombres y vasallos Rodrigo cruza la frontera del reino taifa de Toledo del príncipe Al-Qadir y se dedican a saquear campos y fortalezas obteniendo un importante botín. Sin embargo, la aventura de Rodrigo llega a oídos del rey Alfonso VI, y, lógicamente, el rey se mostró contrariado ante la gravedad de tal campaña ilegal. Una campaña que no había contado con su consentimiento y además pudo poner en peligro los pactos amistosos entre Castilla y León y la taifa toledana de su aliado Al-Qadir. Por lo tanto, el rey acusa de deslealtad a su vasallo Rodrigo decretando su inmediato destierro del reino castellano-leones. Una decisión quizás algo excesiva, que Rodrigo acató con firmeza, estaba seguro de poder vivir en tierras musulmanas sin problemas. Ya que desde entonces centra su vida en el arte de la guerra y los beneficios que esta puede ofrecer a través de botines, rescates por rehenes, tributos... Y realizará esta labor zonas neutrales en las que sus artes no le enfrentasen directamente con Alfonso VI. 

Patio de la Aljafería de Zaragoza
En primer lugar, ofrece sus servicios a los condes de Barcelona, que declinan su ayuda. Por lo que se dirige a la taifa de Zaragoza de su amigo Al-Muqtadir, que acepta de buen grado los servicios del audaz Rodrigo. El Cid demuestra su eficacia cosechando grandes victorias frente a las taifas de Tortosa, Lerida, Denia o frente a Berenguer Ramón II de Barcelona y el rey de Aragón Sancho Ramirez. Hasta que el rey Alfonso VI, un año después de su toma de Toledo, cae derrotado en la batalla de Sagrajas ante los recién llegados Almorávides. Ante esa nueva amenaza, el rey reclama los servicios de todos sus vasallos para defender su reino, una de las obligaciones del vasallo era acudir a la hueste de su señor, por lo que levanta el destierro al Cid. Alfonso le encarga a Rodrigo la defensa de la región de Valencia, una labor que ejecuta con eficacia y honor. Repeliendo todos los intentos de ocupar la zona de los príncipes taifas de Denia, Lérida o Tortosa, del mencionado con anterioridad Conde de Barcelona. 

Donación de varias aldeas de Valencia por parte del Cid al obispo Jerónimo.
No obstante, en 1088 El Cid sufre un nuevo destierro al negarse a marchar hacia Murcia para formar parte del ejercito de Alfonso VI en la defensa de la fortaleza de Aledo frente a los almorávides. Rodrigo decide quedarse en Valencia y hacerse señor de si mismo, se convierte en protector de toda la zona levantina (desde Tortosa a Orihuela), renovando pactos y recibiendo tributos de las autoridades musulmanas de la zona. En 1092 Rodrigo toma la decisión de hacerse totalmente con la taifa de Valencia, sometiendo a la ciudad a un tremendo asedio. De esta forma, finalmente en 1094 El Cid entra de forma triunfal en Valencia autoproclamándose príncipe absoluto, soberano y señor de Valencia. Luego, posteriormente, se hace con Sagunto y Almenara, toda la zona levantina en manos de Cid se sigue rigiendo por el Corán. En Valencia El Cid creo algo único, un principado musulmán bajo un soberano cristiano.

Claustro del Monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos)
En su reino de Valencia murió en 1099 el gran príncipe cristiano, dos años después ante la creciente amenaza almorávide y la incapacidad de defender la ciudad sus restos se trasladan al Monasterio de San Pedro de Cardeña donde recibe, por segunda vez, sepultura. Una vez muerto El Cid histórico se eliminan y trasforman muchos pasajes de su vida, añadiendo hazañas e incluyendo ficciones y se crea la gran leyenda, que nos llega a través del Cantar del Mio Cid hacia 1207. El mito del gran guerrero español que encarna los valores militares y cristianos, de su caballo Babieca y su espada Tizona... todo ello entra dentro de la leyenda. Pero la figura histórica de Rodrigo es mucho más interesante, desde mi punto de vista, ya que nos permite analizar una península ibérica totalmente fragmentada en el siglo XI, en plena Repoblación, con dos poderes enfrentados: los dinámicos reinos cristianos al norte y un Al-Andalus en desintegración al sur. Una situación extraña que permite a un vasallo cristiano convertirse en soberano de un reino. Es una de esas figuras que permiten conocer a través de su vida una época concreta de la Historia, en mi opinión, en ello reside la importancia de Rodrigo Díaz, El Cid Campeador histórico.

Bibliografía: 
G. Martinez Díaz. El Cid Histórico. Planeta, Barcelona, 1999. 
García de Cortazar y Sesma MuñozHistoria de la Edad Media. Madrid, Alianza, 1997.
F. J. Peña Pérez. El Cid Campeador. Historia, leyenda y mito. Dossoles, Burgos, 2000.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias por tu comentario Tomás, me alegra que te haya gustado mi análisis del audaz Rodrigo Díaz. Un saludo amigo.

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