Pasajes de la Historia XVI: La primera vuelta al Mundo de Magallanes y Elcano.

Fernando de Magallanes.

A finales del siglo XV España y Portugal, dos reinos extremos de Europa, van a colonizar gran parte de Asia, África y América, generando una lógica animadversión del resto de potencias europeas. Gracias una serie de condiciones políticas, geográficas y técnicas que daban ventaja a Portugal, y sobre todo a España, que según J. Lynch “... estaba más preparada que ninguna otra nación de la Europa occidental no sólo para aprovechar las oportunidades de formar un imperio sino para crearlas...”. Por el mantenimiento del espíritu de Reconquista, el desarrollo del antropocentrismo, el desarrollo técnico que favorece la navegación de larga distancia, con nuevos instrumentos y avances técnicos como: el astrolabio, el cuadrante, el acimut, la rosa de los vientos... que permitían trazar mejores rumbos. Junto con los nuevos progresos navales, como el desarrollo de la calavera, el galeón y la nao, nuevos navíos que contaban más estabilidad y capacidad de almacenaje, lo que les hacía ideales para viajes largos. Unos elementos que hacen que Castilla y Portugal, dos coronas situadas en el borde occidental y meridional europeo, por lo tanto, sin tierras nuevas de ocupar, se repartan el mundo conocido. Un expansionismo en el que primero toman ventaja los lusos, una ventaja refrendada en el Tratado de Alcasobas-Toledo, en principio exitoso para Portugal al quedarse con el monopolio de la costa africana. Pero los portugueses no contemplaban una posible expansión hacia el oeste, que va a ser aprovechada por Castilla. Y tras el Tratado de Tordesillas de junio de 1494, que situaba la línea divisoria en tres ambos imperios a 370 leguas al oeste de las Islas cabo Verde, es Castilla la que toma la delantera. Según el propio Lynch “... Portugal era menos consciente que su vecina de las ventajas políticas y religiosas que reportaba la expansión”. 

 Primera Circunnavegación del Mundo de Magallanes y Elcano.

En ese contexto de colonialismo luso-castellano se entiende la primera circunnavegación del mundo de Magallanes, una odisea que responde al gran deseo de la corona castellana de abrir una ruta comercial con las llamadas islas de las Especies, las Molucas, lo que es actualmente Indonesia. Era muy importante hacerse con el lucrativo comercio de especies como: la canela, el jengibre, el azafrán, la nuez moscada... Un comercio monopolizado en el medievo por los navegantes italianos, y que para España y Portugal es una prioridad desde finales del siglo XV. Portugal toma delantera utilizando una de las vías posibles, que era rodear el continente africano, una vía más sencilla y cerrada para los castellanos. La posible vía castellana era muy compleja, ya que consistía en atravesar el atlántico en busca de un hipotético paso al pacífico. Los portugueses toman ventaja y monopolizan ese comercio gracias a grandes marinos como Vasco da Gama, que consigue bordear África por el Cabo de Buena Esperanza y llegar a India en 1498. Por lo tanto, los esfuerzos de Castilla se centran en la ruta oeste o atlántico, abierta por la audacia de Colón y su colonización del Caribe. Pero no es hasta 1513 cuando Vasco Nuñez de Balboa atisba la presencia de todo un gran continente que impide el paso hacia otro gran océano. Pronto se organizan expediciones cuyo objetivo era encontrar el paso del Atlántico al Pacífico, como la de Juan Díaz Solís que llegó hasta el Río de la Plata, pero es masacrado por indígenas antes de localizar dicho paso.


Juan Sebastián Elcano.

Así llegamos a 1518, momento en el que entra en escena Fernando de Magallanes, marino portugués nacido en el seno de una familia noble de Lisboa en 1480. Magallanes alcanza gran experiencia en la navegación al partir en 1505 con la expedición de Francisco de Alemida, primer virrey luso de la India, y además viaja a Malaca, donde recoge información y experiencia de primera mano sobre las Islas Molucas, y su situación. Lógicamente, primero ofrece sus servicios a la corona portuguesa, pero es ignorado, ya que Portugal ya tenía su vía de acceso a Oriente. Tras ser rechazado, en 1518 se presenta ante el rey español Carlos I para exponerle su proyecto de acceder a las Islas de las Especies viajando hacia el oeste, única vía posible para Castilla. Sus argumentos, conocimientos y capacidad de persuasión convencieron al joven monarca español, además Magallanes contaba con el apoyo de personajes importantes de la corte. Consiguiendo la financiación de la corona castellana, que aportó a la odisea de Magallanes una flota con cinco naos, la llamada, muy apropiadamente, la Armada de la Especiería. Además la Casa de Contratación de Sevilla va a proceder a reclutar a los tripulantes y preparar el avituallamiento, de una armada de cinco naos y dos cientos cincuenta hombres que estaba encabezada por la nao Trinidad, capitaneada por Magallanes, seguida de la Concepción, capitaneada por Gaspar de Quesada y donde era maestre Juan Sebastián Elcano, y tres más: la Victoria, la San Antonio y la Santiago. Todo estaba preparado para la partida desde Sevilla el 10 de agosto de 1519, la gran Odisea de Magallanes comenzaba... 

Replica de la nao Victoria.

Lo primero fue atracar en Sanlúcar de Barrameda para llenar las bodegas de alimentos, agua, leña y vino, hasta que el 21 de septiembre marchan para las Islas Canarias, llegando sin dificultad a Tenerife en escasos cinco días. A partir de ahí se inician los problemas, al llegar a la altura del Golfo de Guinea, costa centro-oeste de África, un desesperante mar en calma hace que se desaten los problemas de falta de alimentos frescos y agua dulce, comenzado Magallanes con los racionamientos. Los vientos cambian y el mar sale de su calma por lo que logran superar el Ecuador y, rápidamente, toman rumbo sur-suroeste, llegando tras 72 de singladura a la bahía de Santa Lucia, actual Río de Janeiro. Lógicamente aprovecharon para avituallarse y llenar las bodegas de alimentos tropicales agua fresca, durante unos trece días descansan en ese paraíso tropical. Para partir de nuevo el 27 de diciembre siempre con un rumbo paralelo a la costa americana. Pronto, el 10 de enero de 1520, van a avistar el llamado Monte Vidi o Montevideo, llegando a un gran y bello estuario de un río que denominaron Río de los patos, luego Río de la Plata. Dicho estuario fue explorado por la nao Santiago durante quince días, mientras el resto de la armada se avituallaba de leña y agua. Reanudan la marcha hacia el sur el 2 de febrero y se agudizan los problemas, iniciando un avance penoso y lento provocado por traicioneros vientos en contra. Aunque finalmente tras una larga y dura travesía de casi tres meses llegan al llamado puerto de San Julian el 31 de marzo, en la llamada Patagonia argentina. Ante las malas condiciones climatológicas de tan bajas latitudes, Magallanes decide utilizar la recogida bahía de San Julian como lugar para pasar el invierno con su Armada. Una parada que es aprovechada por parte de la tripulación para amotinarse, con la idea de capturar a Magallanes y volver a España. La rebelión se apodera de tres naves, pero no logra unir a la causa a todos los tripulantes y Magallanes la sofoca. Dicho motín le cuesta el cargo y la vida a Gaspar de Quesada, capitán de la Concepción o a Juan de Cartagena que capitaneaba la San Antonio y que fue nombrado segundo de Magallanes por el propio Carlos I. Además durante esta hibernación de cinco meses en la Patagonia, la llamada Armada de la Especiería pierde a la nao Santiago, que en mayo de 1520 es arrasada por un temporal a la altura del río Santa Cruz, no pudiendo completar su exploración de la costa. Magallanes decide reparar las cuatros naos que le quedan, antes de partir de nuevo el 24 de agosto de 1520.

Antonio Pigafetta.

Curiosamente, su travesía les obliga a fondear, sólo dos días después, en la desembocadura del río Santa Cruz, lugar donde se había perdido a la Santiago. La Armada de Magallanes permaneció más de 50 días en dicho lugar, a la espera de unos vientos y una meteorología favorables. Partiendo de nuevo hacia el sur, sin perder de vista la costa en busca del paso que unía Atlántico y Pacífico, lo que les obligó a una ardua travesía con vientos en contra. Aunque, finalmente, el 20 de octubre de 1520 divisan el cabo Vírgenes, esto es, la entrada al luego llamado estrecho de Magallanes, que denominaron estrecho de la Victoria. Magallanes envía para iniciar la exploración del estrecho a la nao San Antonio, que, sin embargo, se rebela y emprende camino de regreso a España. De manera que, la Armada queda reducida a tres naos y con ellas Magallanes se decide a atravesar ese desconocido y complejo estrecho, ya que debemos tener en cuenta lo complicado que era para unos navíos de vela con una limitada capacidad de maniobra y movimiento. Una titánica tarea que les lleva 38 días con sus 38 noches, llenos de un frío, casi polar, corrientes traicioneras, vientos contrarios. No obstante, el 27 de noviembre de 1520 consiguen llegar al conocido como Océano Pacífico.

Estrecho de la Victoria según Antonio Pigafetta.

Según el propio cronista de la expedición, el italiano Antonio Pigafetta
       
         “El miércoles 28 de noviembre, desembocamos por el Estrecho para entrar en el gran mar, al que dimos en seguida el nombre de Pacífico, y en el cual navegamos durante el espacio de tres meses y veinte días, sin probar ni un alimento fresco. El bizcocho que comíamos ya no era pan, sino un polvo mezclado de gusanos que habían devorado toda su sustancia, y que además tenía un hedor insoportable por hallarse impregnado de orines de rata. El agua que nos veíamos obligados a beber estaba igualmente podrida y hedionda.Para no morirnos de hambre, nos vimos aun obligados a comer pedazos de cuero de vaca con que se había forrado la gran verga para evitar que la madera destruyera las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que era necesario sumergirlo durante cuatro o cinco días en el mar para ablandarlo un poco; para comerlo lo poníamos en seguida sobre las brasas. A menudo aun estábamos reducidos a alimentarnos de serrín, y hasta las ratas, tan repelentes para el hombre, habían llegado a ser un alimento tan delicado que se pagaba medio ducado por cada una. Sin embargo, esto no era todo. Nuestra mayor desgracia era vernos atacados de una especie de enfermedad que hacía hincharse las encías hasta el extremo de sobrepasar los dientes en ambas mandíbulas, haciendo que los enfermos no pudiesen tomar ningún alimento. De éstos murieron diecinueve y entre ellos el gigante patagón y un brasilero que conducíamos con nosotros. Además de los muertos, teníamos veinticinco marineros enfermos que sufrían dolores en los brazos, en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero que al fin sanaron...” 

Estrecho de Magallanes, según el cartógrafo flamenco Jodocus Hondius.

Gracias a Pigafetta podemos saber de primera mano que el gran Océano Pacifico recibió a la Trinidad, la Concepción y la Victoria con el gran problema del hambre por la falta de víveres, y las enfermedades típicas del marino, como el escorbuto y la disentería que se cebaron con la tripulación, además del tifus, la septicemia y la gangrena por la falta de higiene. Unos males tan terribles que constaron la vida a más de veinte hombres, en palabras de Pigafetta eran tantos los males “... que nadie en el porvenir se aventurará a emprender un viaje parecido”. No es hasta enero de 1521, tras 57 días navegando por el pacífico, cuando divisan las primeras islas de llamado archipiélago Tuamotu, hasta que consiguen descansar y aprovisionarse de alimentos frescos, finalmente, en las Filipinas. La esperanza de la expedición creció a la vista de las primeras y ansiadas especies. Sin embargo, de nuevo, la fatalidad se cebó con Magallanes y los suyos. Ya que a inicios de abril llegaron a la isla de Cebú, donde llegan a un acuerdo comercial con el rey local. Pero el 27 de abril Magallanes parte con una expedición a la célebre isla de Mactán, donde los españoles son recibidos con hostilidad por los aborígenes, una lucha que le cuesta la vida a Magallanes y a otros seis marineros. La Armada perdía a su Capitán General, pero es que además, en su regreso a la isla de Cebú el 1 de mayo, su mencionado rey tiende una emboscada a los castellanos. La Armada es sorprendida y mueren 25 tripulantes, antes de que las tres naos pudieran huir. Así el 8 de abril de 1521, tras quemar la nao Concepción por la falta de tripulantes y su mal estado, las dos naos supervivientes llegan a Brunei. Allí permanecen por 21 días, para arreglar los navíos, para elegir nuevos capitanes. De esta forma, Juan Sebastián Elcano se convierte en capitán de la nao Victoria, y Gonzalo Gomez Espinosa capitanea la Trinidad. Y no es hasta el 7 de noviembre de 1521 cuando divisan por primera vez el ansiado archipiélago de las Molucas. El día 8 de noviembre fondean las naos en el puerto de Tidore, por fin habían logrado el objetivo de su titánica expedición, casi 27 meses después de su partida de Sevilla. En Tidore logran llenar las bodegas de las dos naos con las valiosas especies, y deciden emprender el viaje de regreso a casa el 21 de diciembre de 1521. Pero de nuevo el infortunio se ceba con la Armada, en concreto con la nao Trinidad que es sorprendida por un temporal que le obliga a regresar a las Molucas, siendo finalmente apresada por los portugueses. 

La nao Victoria.

De forma que, de las cinco naos iniciales ya sólo quedaba la Victoria, que comandada por Juan Sebastián Elcano continuó en solitario el viaje de retorno a España. Elcano trazó un viaje directo hacia el oeste atravesando el Indico hasta las costas africanas, para no pasar por aguas lusas, y fue otro tormento más para su tripulación. Una tripulación agotada, enferma y mal alimentada que tuvo que permanecer navegando unos 86 días sin tocar tierra. Antes de doblar el deseado Cabo de Buena Esperanza, la Victoria es sorprendida por un temporal, que causa una serie de desperfectos en el navío. Tras repararlos con bastante dificultad, finalmente consiguen girar el Cabo del sur de África el 22 de mayo de 1522, por fin ponían rumbo hacia España. No obstante, tras 48 días de navegación extrema, el 9 de julio de 1522, deciden amarrar la Victoria en el puerto de las Islas Cabo Verde, a pesar de ser una posesión portuguesa. Elcano y los suyos consiguen víveres y, lógicamente ocultan su empresa y su carga. Pero algo ocurre de nuevo, y 14 tripulantes son retenidos por los portugueses, y Elcano debe continuar su interminable singladura con tan sólo 17 hombres. Unos hombres al límite físico y mental, ya que no habían pisado tierra desde que salieron de Tidore, unos seis meses atrás. Empero, el 6 de septiembre de 1522 los restos de la llamada Armada de la Especiería llegaban al puerto de SanLúcar de Barrameda, Elcano y sus exhaustos 17 hombres de su tripulación habían completado la odisea iniciada por el audaz Magallanes. En palabras de Antonio Pigafetta, cronista y uno de los 17 supervivientes “...Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar (...) Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero (...) El lunes 8 de septiembre largamos el ancla cerca del muelle de Sevilla, y descargamos toda nuestra artillería...” 

Mapa con la singladura total de la Primera Vuelta al Mundo.

El coste material y humano de la expedición había sido tremendo, pero dicho precio había merecido la pena, ya que se había realizado una hazaña sin precedentes en la Historia, por primera vez se completaba una vuelta al mundo. La gesta de Magallanes y Elcano es de una magnitud extraordinaria, Carlos I recibió a los supervivientes en Valladolid y concedió a Elcano y a sus hombres pensiones vitalicias y escudos de armas. A Elcano le otorgó una renta anual de 500 ducados en oro y un escudo de armas, que estaba coronado por un globo terráqueo con la leyenda: Primus circumdedisti meEl primero que me rodeaste”. La gesta es tan extraordinaria que pasaran más setenta años hasta que otro navegante pueda igualar la hazaña de la circunnavegación del mundo, y no fue otro que el famoso Francis Drake. Marino y pirata que, bajo las ordenes de Isabel I de Inglaterra, atravesó el estrecho de Magallanes para atacar distintas posesiones españolas en Perú. Tras lo cual decidió volver a Inglaterra atravesando el Indico para evitar a los españoles. Eso demuestra que la primera vuelta al mundo es una gesta marítima excepcional y sin parangón tanto en duración, 3 años y 30 días, como en distancia recorrida, unos 78.000 kilómetros, lo que convierte al viaje de Magallanes y Elcano en una empresa única y capital en la Historia de la Humanidad.  

Bibliografía: 
Antonio Pigafetta. El primer viaje alrededor del Mundo. Ediciones B Barcelona, 1999. 
Ignacio Fernández Vidal y G. Fernández Morente. La primera vuelta al mundo, La Nao Victoria. Sevilla, 2001. 
Stefan Zweig. Magallanes: El hombre y su gesta. Madrid, Editorial Debate, 2005. 
J. Lynch. Los Austrias 1516-1700. Crítica, Barcelona, 2000.

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