Pasajes de la Historia X: Esparta y sus míticos guerreros.

Leónidas en las Termópilas, Jean Louis David.

En la Grecia Clásica del siglo V a. C. de un lado estaba Atenas, que era una Polis culta, mercantil e industrial, y de otro lado estaba Esparta, una Polis volcada en la agricultura y la metalurgia. Con una belicosa sociedad basada en un régimen aristocrático militar, que se plasmaba en una férrea educación militar y la vinculación de los varones a una vida de carácter castrense. Una Polis que cimentó su poderío en la segunda mitad del siglo V a. C., tras las llamadas guerras del Peloponeso, gracias a sus guerreros espartanos, míticos y temibles combatientes de la Antigüedad, los Hoplitas. Un mito real basado en la famosa batalla de las Termópilas, del 480 a. C., donde, según cuenta Heródoto, el rey persa Jerjes mandó un espía al paso de las Termópilas, encontrando a los Espartanos haciendo ejercicios gimnásticos y peinando sus largas cabelleras. Jerjes rió sin saber que la escaramuza de las Termópilas le costaría unas pérdidas en su ejército de más de 20.000 hombres. El ejército más grande jamas reunido se topó con 300 hoplitas liderados por su rey Leónidas, “los más valerosos guerreros de Grecia” como los denomina Heródoto, que finalmente son sólo pueden ser derrotados por un traidor que muestra a los persas un camino que conducía a la retaguardia espartana. Y además el ejército espartano contribuye decisivamente en la derrota final persa en Platea, en el 479 a. C. Dos hechos que muestran la singularidad de los guerreros espartanos durante la época clásica, que inspiraban tanto temor en el el siglo V a. C. que Esparta se permitía el lujo de no estar defendida por murallas.

Los territorios de Atenas y Esparta en época clásica.

Ante la falta de documentos y fuentes escritas relacionadas con la Esparta de época clásica, la información de la disponemos nos llega a través de las fuentes clásicas, destacando la obra de Heródoto y Tucídines, los dos grandes historiadores de la Grecia clásica. Gracias a los datos de esos textos clásicos sabemos que Esparta fue fundada por los dorios en el siglo XII a. C. y que en época clásica contaba con un sistema social tripartito formado por: los Espartiatas o homoioi (iguales), era la clase social dominante formada por los ciudadanos espartanos, una minoría que gozaba de derechos políticos y controlaba la tierra. Los Periecos o habitantes de la periferia, de Laconia, un grupo libre que gozaba de derechos civiles aunque sin la condición de ciudadano. Y los Hilotas, esclavos o siervos del Estado, de la región sometida de Mesenia. Estaban ligados a la tierra y en una precaria situación económica. Para llegar a ser un igual o homoinoi se debía superar un largo y complejo proceso de adiestramiento, el famoso Agogé. Un aprendizaje que comenzaba a la tierna edad de siete años, para adoctrinar a los jóvenes en un tipo de vida castrense, basado en la obediencia, la disciplina y el combate militar. Una vez terminado el agogé los nuevos ciudadanos ingresaban en el ejército y se les concedía un lote de tierra que sería trabajado por sus correspondientes Hilotas.

Guerreros Hoplitas representados en una cerámica griega.

En cuanto a la organización política, que según las fuentes clásicas fue obra de Licurgo, mítico legislador espartano, se caracterizaba por una Monarquía doble o Diarquía. En la que los reyes, según Heródoto, tenían poderes vitalicios y colegiados, además de ser caudillos del ejército. La labor de la Monarquía era controlada por un colegio de cinco altos funcionarios o Éforos, con un gran poder de influencia. La organización política se completaba con un Consejo de ancianos o Gerusía formado por 30 miembros, que tenía bastantes competencias, no en vano era el tribunal supremo de justicia. Y una Asamblea popular o Apella, con ciertas facultades, como nombrar a los Éforos o liberar Hilotas, pero sin iniciativa legislativa. Todo envuelto en una despiadada política natalista, consistente en tener el mayor número de hijos sanos posible. Según las leyes del semi-mítico Licurgo, cuando nacía un varón debía ser presentado a los ancianos para su examen, si contaba con cualquier tipo de deformidad o debilidad era arrojado desde el famoso monte Taigeto. De esta brutal manera se aseguraba la pureza y perfección de sus guerreros, los Hoplitas. El ejército espartano se basaba en una formación compacta, la llamada falange. Para los Hoplitas lo importante era la coordinación en el ataque formando una columna, desplegarse en líneas para repeler un ataque o girar noventa grados para defender una de las alas de la formación. Esta forma de hacer la guerra necesitaba de un gran nivel de precisión y coordinación para que esos movimientos fueran eficaces. La cohesión de la falange era fundamental. si un Hoplita caía en la batalla, otro debía ocupar con celeridad su lugar pasando por encima de su cuerpo. La formación no debía romperse nunca, ni siquiera por la muerte del rey, uno de los dos reyes de Esparta lideraba siempre las campañas. Las batallas espartanas eran un demostración de empuje y coordinación hasta que rompían la formación de su enemigo. Su estrategia tuvo que tener éxito, ya que su falange era temida en toda Grecia.

Los escasos restos actuales de la gran Esparta.

No hay que olvidar que los Hoplitas iban magníficamente armados, un armamento costeado por el propio estado espartano, una absoluta excepción en su época. Su equipamiento militar estaba formado por: un casco de bronce, una coraza de cuero, las Grebas de bronce sobre las espinillas, una lanza de unos unos dos o tres metros, un excepcional escudo o hoplon de unos 90 centímetros de diámetro, hecho en madera y bronce, y una magnífica espada de hierro, que sólo se usaba en la lucha cuerpo a cuerpo cuando se les rompía la lanza. A su extraordinaria panoplia se unía su gran preparación física y mental, ya que su vida estaba centrada en la realización de ejercicios físicos, el manejo de las armas y la preparación psicológica y estratégica para la batalla. Su vida estaba entregada al servicio de Esparta, incluso era de cobardes regresar con vida de una batalla pérdida. Por eso las mujeres espartanas, que tenían mucho más peso social que otras mujeres de su época, ordenaban a sus hijos y maridos regresar de la batalla “...con su escudo o sobre él...”. Un Hoplita retirado en combate era un cobarde de por vida, incluso cuando Esparta perdía batallas, que las perdió y muchas, las familias deseaban que su guerrero hubiera muerto en combate, para que su honor no fuera manchado. A los Hoplitas se adoctrinaba desde pequeños a no temer a la muerte y se les inculcaba una fiereza en el combate fuera de los normal.

Equipamiento militar de los Hoplitas.

Esparta sólo tenía un punto débil, su flota era mucho menos relevante que la de sus Polis rivales, como Tebas o Atenas. A lo que hay que unir su absoluto fervor religioso por sus dioses, lo que mermaba el potencial operativo del ejército espartano. Sus dioses principales eran Zeus, sus hijos Castor y Pólux, y Apolo, estos debían ser honrados con sacrificios antes de salir en campaña militar, y antes de cada ataque, quedando todo paralizado hasta que el examen de las entrañas del animal les fuera favorable. Otro ejemplo de su extremismo religioso es que durante las fiestas dedicadas a Apolo Carneo era impío salir en campaña, ya que las fiestas no debían ser interrumpidas. Por ese motivo Leónidas necesito de un dispendio extraordinario para acudir a las Termópilas, y sólo se le dejo ir acompañado con una escolta de 300 hoplitas. que debían hacer frente al inmenso ejército persa. No obstante, el gran obstáculo de Esparta fue su endogamia, provocada por las constantes guerras, la falta de hombres y el férreo control del castrense sistema social y político de Esparta, que provocaba que los esposos estuvieran casi permanentemente separados de sus mujeres. Los Hoplitas estaban centrados en su entrenamiento o en sus campañas, no tenían tiempo para su familia. Y este hecho fue una importante rémora del potencial de Esparta, ya que los espartiatas eran cada vez más escasos y los periecos debían completar las falanges espartanas en el siglo IV a.C. Todas esas razones explican la derrota contra los Tebanos, del gran Epaminondas, en Leuctra en el año 371 a. C., que supone el fin de la hegemonía espartana sobre Grecia. Desde entonces sus problemas aumentan y se agudizan, y la época del Helenismo ve desaparecer definitivamente la grandeza de Esparta. Aún así, una mermada Esparta se mantiene hasta el siglo IV d.C. cuando es destruida definitivamente por los Visigodos. Alarico I, en el 395 de nuestra era, arrasa Esparta, lo que explica los escasos restos materiales que se conservan de la gran y belicosa Esparta.

Comentarios

  1. Excelente entrada amigo, muy detallada, documentada y amena. Me resultan increibles los espartanos, parecen más un pueblo de leyenda que una civilización real, pero ahí esta su legado.

    Muchas gracias por tu entrada amigo, he disfrutado mucho leyéndola.

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  2. Muchas gracias a ti Pedro por pasarte por mi Blog. Me alegra mucho que hayas disfrutado con mi pequeña entrada sobre Esparta. Y la verdad es que todo lo relacionado con Esparta está un poco entre el mito y la realidad, por esa falta de documentación que comentaba.

    Un abrazo amigo.

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  3. Una pena que no se tengan más documentos sobre esta pueblo tan fascinante y que tantas dudas ha dejado sobre su pasado, como siempre Pedrito me ha gustado tu artículo, un abrazo getafense.

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  4. Me gusta su blog. Historia universal aderezada de un poquito de rock, aunque tengo que reconocer que de esto ultimo ya estoy un poquito de vuelta.
    Tiene un nuevo seguidor del mismo, y si le apetece, le invito a visitar el mio.

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