Pasajes de la Historia XI: La rebelión del mítico Espartaco.
Espartaco.
El convulso siglo I a. C. verá nacer a una verdadera leyenda, Espartaco, para algunos un proscrito; para otros, el esclavo que desafió a la todopoderosa Roma. Una república romana que no pasaba por su mejor momento, nos encontramos en la llamada crisis de la República una época marcada por las rivalidades políticas internas, las tensiones sociales, y los conflictos populares provocados por las frecuentes levas necesarias para mantener el expansionismo romano. La crisis se manifiesta en Guerras Civiles, como la que enfrenta a Mario, defensor de intereses populares, y Sila, líder aristocrático y que contaba con el apoyo Senado. Finalmente Sila regresó victorioso a Roma de su guerra contra el griego Mitrídates, su fama le permiten aplastar a la oposición popular sin problema, restaurando el poder del senado y creando un gobierno absoluto hasta el 79 a.C. En ese contexto un esclavo, un gladiador tracio va a llegar a convertirse en una de las mayores amenazas que sufrió la gran República romana.
Casco de gladiador.
El mito de Espartaco como esclavo rebelde fue creado por los autores clásicos, cuyas versiones son muy diferentes. Algunos como Plutarco o Apiano nos presentan una versión favorable a Espartaco, al que idealizan como libertador y héroe popular. En cambio, otros autores como Livio representan la tradición contraria a Espartaco, exponiendo su revuelta como un acto pernicioso y alterador del orden de la República romana. Quizás sea Plutarco el mayor valedor de Espartaco, según él es muy posible que Espartaco fuera un desertor del ejército que fue vendido como esclavo y acabo haciendo fortuna como gladiador. Además Plutarco contribuyó a idealizar al valeroso Espartaco que antes de ser vendido como esclavo tuvo un sueño en el que aparecía una serpiente enroscada a su rostro, su mujer tracia y sacerdotisa lo interpretó como un mal augurio del futuro de Espartaco. De esta manera Plutarco relacionaba a su héroe con los dioses, las serpientes son un animal muy cercano a Dioniso, dios del vino y del teatro, además de ser un dios libertador del hombre mediante el vino y el éxtasis. Un Dios muy apropiado para ligarlo al futuro de Espartaco, todo un líder rebelde y libertador.
Anfiteatro de Capua, escenario de las cruentas luchas de Espartaco.
Según Apiano, Espartaco sirvió como soldado en el ejército romano hasta que fue hecho prisionero y fue vendido como gladiador. Para otros cronistas de la época, era un mercenario tracio, que fue detenido por desertor, y gracias a su excelsas habilidades en la lucha llegó a ser gladiador. Lo que parece seguro es que Espartaco fue vendido como esclavo en Capua, uno de los municipios más importantes de la República romana y capital de la Campania región del sur de Italia. Y da con sus huesos en la escuela de gladiadores o ludus de un tal Léntulo Batiato, que contaba con más de doscientos gladiadores la mayoría tracios y galos. Los gladiadores eran esclavos a los que se entrenaba para participar en los juegos violentos en la arena del anfiteatro de Capua, esto es, se les preparaba para morir con honor en un sangriento combate. Sin embargo, casi doscientos de ellos planean fugarse en el verano del año 73 a.C., la fuga será delatada, pero unos setenta y ocho gladiadores de Léntulo logran escapar. Los líderes de la fuga fueron tres: Crixo el galo, Enomao, y, por supuesto, Espartaco. Según la tradición de Plutarco o Apiano, Espartaco era el líder supremo de la fuga que acabaría convirtiéndose en un grave peligro para Roma. Sobre su personalidad los cronistas ofrecen visiones contradictorias, de un lado Plutarco nos lo presenta como un hombre de gran bagaje cultural helénico, era todo fuerza e inteligencia a modo de un héroe griego. Salustio nos lo presenta como un hombre culto que tenía dificultades para contener los excesos de su ejército de esclavos, un gran hombre que no estaba destinado a ser esclavo. Otros, por el contrario, nos lo presentan como un bandido y mercenario tracio, que había servido en las legiones romanas, lo que le convertía en un gran conocedor del ejercito romano, y por tanto, en un peligroso adversario.
Jean Gerome, representa el final de un combate en la arena.
Tras abandonar Capua, Espartaco y sus gladiadores se refugian, para organizarse, en el Monte Vesubio. A los gladiadores pronto se van uniendo esclavos huidos de los latifundios del sur Italia, que querían defender sus derechos frente a Roma. Además el hecho de que Espartaco repartiera los botines por igual entre sus hombres fue un acicate para que más esclavos pasaran a engrosar sus tropas. Hay que mencionar la situación jurídica y las malas condiciones de vida que los esclavos tenían en la sociedad romana, algo que alentó la revuelta de Espartaco. Según el Derecho Romano un esclavo no era considerado una persona, sino una propiedad. Los amos podían abusar, herir o incluso matar a sus esclavos sin consecuencias legales. De manera que, eran vendidos como mercancía, tenían la misma consideración jurídica que los animales domésticos, no podían tener propiedad alguna, ni formar una familia. Además eran explotados en los latifundios rústicos, siendo sometidos a inhumanos castigos.
Craso.
Las noticias de la revuelta llegan a Roma que envía para sofocarla al pretor Clodio Glabro, para asediar el monte Vesubio con unos tres mil hombres. Los hombres de Espartaco se ven rodeados, pero idearon una argucia. Con sarmientos de parras hicieron escalas para bajar por las escarpadas rocas del monte, de forma que los soldados romanos se ven rodeados y no tuvieron más remedio que huir, quedando el campamento en manos de los esclavos. Una victoria que corrió como la pólvora y pronto el ejercito de Espartaco alcanzó las varias decenas de miles de hombres. El senado ante la amenaza que supone la rebelión envía contra Espartaco y los suyos a dos cónsules de renombre, Lucio Gelio Publícola y Cneo Léntulo Clodiano. Que intentan acorralar al ejército de esclavos atacando uno desde el norte y otro desde el sur, pero Espartaco se enfrentó a los cónsules y les obligó a retirarse, a pesar de la importante sangría en su ejército, unos veinte mil esclavos mueren, entre ellos el gran Crixo. Tras la victoria los hombres de Espartaco se dirigen al norte donde van a derrotar al procónsul de la Galia Cisalpina, Cayo Casio. A Espartaco se le presentó la posibilidad de poder cruzar los Alpes, pero no lo hizo, y se dirigió de nuevo hacia el sur. Y Espartaco decide ser prudente y no atacar la gran Roma, donde resonaban los ecos del propio Aníbal, regresando al sur para reorganizarse.
Pompeyo.
Las sucesivas victorias de los esclavos, con su táctica de guerrillas, hace que el senado nombre un mando único del ejército, ese honor recae en el gran Marco Licinio Craso, muy interesado en acabar con la revuelta antes de que su gran rival político, Pompeyo, regresara de la guerra en Hispania contra el rebelde Sertorio. A Craso le interesaba una rápida victoria contra Espartaco, el nuevo Aníbal, enviando a su general Mumio por delante para conocer bien a los rebeldes, pero Mumio ataca a Espartaco y es derrotado. Espartaco marcha más hacia el sur con la idea de pasar a Sicilia, momento en el que se verá totalmente rodeado. El senado ordena que el gran Pompeyo y Lúculo se unieran a Craso, acorralando al ejército de Espartaco. La batalla entre Craso y Espartaco estaba servida en el 71 a. C, según el historiador Plutarco, Espartaco atravesó las líneas enemigas buscando al mismísimo Craso en una maniobra suicida. Mató a varios centuriones sin poder encontrar a Craso, y siguió luchando contra muchos hasta que cayó muerto por sus heridas. La tradición señala que Craso mando crucificar a seis mil esclavos prisioneros a lo largo de la Via Apia, desde Roma a Capua. Sin embargo, tuvo compartir la gloría con Pompeyo que logró apresar a los esclavos huidos y le arrebató la fama de la victoria final contra Espartaco. Hay que señalar que Pompeyo y Craso son nombrados cónsules por el senado en el 70 a.C. y formaran, junto al gran César, el llamado Primer Triunvirato en el 60 a.C., como transición del régimen republicano a una autocracia militar, antesala del fin de la República.
Movimientos de la batalla del 71 a.C. entre Craso y Espartaco.
El gran Espartaco, idealizado por Plutarco, ha sido analizado por otros investigadores que han restado importancia a la revuelta encabezada por el esclavo tracio. La consideran meros actos de bandidaje y saqueo, que ponen en jaque a las legiones romanas, en un momento de falta de un mando militar fuerte, por la presencia de Pompeyo en Hispania. Para muchos son los propios historiadores romanos los que se encargaron de engrandecer las hazañas de Espartaco como elemento de propaganda. Sea como fuere, un gladiador tracio puso en grave peligro a la todopoderosa Roma, un Espartaco “... natural de un pueblo nómada de Tracia, pero no sólo de gran talento y extraordinarias fuerzas, sino aun en el juicio y en la dulzura muy superior a su suerte, y más propiamente Griego que de semejante nación. Se cuenta que cuando fue la primera vez traído a Roma para ponerle en venta, estando en una ocasión dormido se halló que un dragón se le había enroscado en el rostro, y su mujer, que era de su misma gente, dada a los agüeros e iniciada en los misterios órgicos de Baco, manifestó que aquello era señal para él de un poder grande y terrible que había de venir a un término feliz...”. Quizás éstas palabras de Plutarco en sus Vidas Paralelas no están alejadas de la realidad, o al menos eso quiero creer yo, en un mundo falto de verdaderos mitos como Espartaco.
Entrada muy bien documentada y expuesta, amigo Pedro. Te ha quedado magnífica. Y ahora, a revisar el magnífico filme que dirigió Stanley Kubrick con Kirk Douglas como protagonista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias Ricardo, Pues la verdad es que es un gran momento para volver a ver la película de Kubrick, una pasada total que siempre es grato revisar.
ResponderEliminarOtro abrazo amigo.
Disculpe, le he hecho un comentario en otra entrada antigua. Mire en su escritorio.
ResponderEliminarMuchas gracias Lorenzo ya he visto el comentario que hizo a la entrada de Esparta. Me alegra que te guste la historia y el rock, y en el rock nunca hay que perder la esperanza. Por supuesto que me pasaré por su blog.
ResponderEliminarUn saludo y gracias.
Amigo Pedro, sólo tengo una palabra para su entrada : MAGNÍFICA
ResponderEliminarY en cuanto a la película de Kubrick, un clásico magistral, de esas películas que ya no se hacen. Nada que ver con las modernas adaptaciones del tema como la serie Spartacus Sangre y Arena, que sólo muestra sangre y sexo, muy visual pero poco creible.
Mi más sincera enhorabuena amigo, te vas superando :-))
Mil gracias Pedro, por tus palabras, Espartaco siempre fue un personaje que intereso desde que pude ver esa super película de Stanley, una obra maestra. En cuento a la serie, bueno pues lo esperado para una serie de tv, entretenida y punto. Y como dices que empeño en poner a los romanos como unos obsesos, luego se llega a conclusiones erróneas.
ResponderEliminarUn saludo amigo.
Muy interesante la figura de Espartaco, que pese a ser ninguneado por parte de los propios historiadores romanos, logro poner en jaque y movilizar legiones enteras. Como dicen los anteriores amigos, la película de Kubrick impresionante. La escena la de batalla final es magnífica. Ya no se hacen películas así.
ResponderEliminarNo es la primera vez que vengo por aquí y creí haberme apuntado como seguidor, lo hago ahora y subsano el olvido. Un saludo cordial desdelaterraza-viajaralahistoria.
Por lo general esta bien explicado pero hay aspectos como la primera batalla del monte de vesubio o la muerte de crixus que dan bastante que desear.
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