Pasajes de la Historia III. La Renovación del Pensamiento a inicios del siglo XVI.
El s. XVI es un siglo de grandes transformaciones en todos los campos de la actividad humana y del pensamiento. Se produce el Descubrimiento de América, con la afluencia de metales preciosos y la continuada alza de precios. Se desarrolla del capitalismo comercial, la cultura renacentista se va extender por Europa, además de la Reforma de la Iglesia. Una Iglesia que según L. FEBVRE, como en la Edad Media “sigue establecida en pleno corazón de la vida de los hombres manteniendo un dominio total”. En las ideas políticas se elabora la doctrina del absolutismo afirmando una soberanía monárquica sin límites, opuesta al feudalismo. Aunque la política sigue en dependencia ideológica de la religión, en un momento en el que Europa es un mosaico de cuerpos políticos muy diferentes, acentuándose el carácter nacional de las monarquías (Francia, Inglaterra, Alemania, España).
Por un lado se dan supervivencias feudales y particularismos locales, a pesar de que autoridad real no deja de afirmarse, destacar el ejemplo de los RR. CC. Pero ese autoritarismo regio debe hacer frente a numerosos particularismos. Por otro lado el absolutismo monárquico se funda en esa aceptación natural de la autoridad existente, y en la obediencia enseñada desde hace siglos por la Iglesia. En Francia, tras la guerra de los Cien Años, la monarquía tenía un carácter casi místico, con un poder enraizado en el derecho romano. El rey es emperador en su reino, al igual que en Inglaterra, o en España, desde Alfonso X el sabio. Esta balanza de fuerzas, entre la monarquía y los localismos, se inclina del lado de la autoridad real. Y tres grandes pensadores serán la expresión intelectual de esta lucha de poderes que se produce en el siglo XVI:
Niccolo Maquiavelo (1469-1527). Miembro de la burguesía florentina, es alejado de la vida pública por la restauración de los Médicis. A uno de los Médicis, Lorenzo, le dedica su obra El Príncipe (1513), según Jean TOUCHARD, para recobrar su favor e incitar al joven a levantar a Italia contra los bárbaros, consejos que los Médicis no toman en cuenta. Como patriota italiano envidia la solidez de Francia o España, frente a una Italia tomada por la anarquía, con sus divisiones y la nefasta presencia del papado. Señala que para elevarse el príncipe deberá ser “un hombre hábil o bien protegido por la fortuna”, aunque el “príncipe sólo se mantendrá por su virtud poco común, que es una energía a la vez brutal y prudentemente calculadora, ajena a cualquier preocupación de moral ordinaria”. Su mayor fortaleza será la adhesión al pueblo, Maquiavelo reconoce ya el papel de la opinión pública, para construir una teoría sobre el manejo del sensible y maleable populacho. Así la hipocresía se convierte para el príncipe en un deber, para lograr conservar su vida y su Estado, de manera que “todos los medios que haya aplicado serán juzgados honorables”. Un pensamiento que pretende ser realista, basado en un deseo de movimiento patriótico italiano contra los invasores. Es un admirador de la república Romana en sus Discursos, siguiendo a Aristóteles y a Polibio, señala que “El príncipe, los grandes y el pueblo gobiernan conjuntamente el Estado”. Para Maquiavelo “la dictadura, una dictadura legal, es indispensable a las Republicas para superar los grandes problemas". El dictador es un legislador, un verdadero superhombre que ejerce la autoridad sin compartirla en exclusivo interés del Estado. Con Maquiavelo el pensamiento político se seculariza radicalmente, desprecia el poder temporal de la Santa Sede, concibe una religión subordinada al Estado, como mero elemento de cohesión social. Exaltando al Estado contra el imperio y el universalismo cristiano. Para TOUCHARD, su relevancia no es sólo la de ser un testigo de su tiempo, “sino que además expulsa de la política toda metafísica y corta el vínculo entre la ciudad de Dios y la Ciudad de los hombres” allanando el terreno para nuevas ideologías.
En contraposición a Maquiavelo destaca el humanismo cristiano de Erasmo de Rotterdam (1467-1536). Cuya teoría política ocupa un lugar secundario en su inmensa obra. Y su idea de Estado y sociedad son inversas a la de Maquiavelo (cuya obra ignora) al partir de imperativos morales y religiosos. Príncipe de los humanistas, sus concepciones políticas podemos encontrarlas en su Institutio principis christiani (1516) escrita al joven Carlos I. Según TOUCHARD todas sus reflexiones se centran en un alto grado sobre la Filosofía de Cristo. En su Institutio establece como debe ser un príncipe cristiano en todas sus facetas. Partidario de un tipo mixto de gobierno que conjugue los tres tipos de regimenes políticos, se muestra adepto del régimen de los Países Bajos, al que considera democrático. A Erasmo le importa menos la forma de Estado que el espíritu y el corazón de los gobernantes. Abogando por un total pacifismo, señala que la guerra “trae consigo un cortejo infinito de crímenes y desgracias que caen principalmente sobre los inocentes”, y le indignan las guerras predicadas por ciertos papas. Pero admite la defensa contra la agresión, la guerra justa. El pacifismo es para Erasmo una condición imprescindible de un buen gobierno. Sin embargo su exigencia es esencialmente la reforma moral, además, para TOUCHARD hay en él una desvaloración de la noción de derecho ligada a su concepción de libertad cristiana. Su pensamiento tiene un acento de moderna humanidad, debido a su mayor preocupación por la moral que por el derecho. Erasmo es una síntesis del Humanismo, según el historiador BENNASSAR “su obra, abundante y diversa es una ilustración de las ambiciones espirituales del Humanismo (…) expresa las grandes respuestas que el Humanismo intenta dar a las cuestiones que refieren al hombre”.
Tomás Moro (1480-1535). Jurista, notable humanista de espíritu religioso, y consejero de Enrique VIII, al que acaba desafiando por su tiranía. Moro es un erasmista que lucha contra la herejía luterana, estando más comprometido en la acción política que Erasmo. En su Utopía (1516) analiza los vicios de la tiranía, de la que luego será victima, a través de la descripción del régimen ideal de la isla de Utopía. Régimen con el que crítica la realidad, y muestra los defectos de la sociedad, como el excesivo número de nobles “zánganos y ociosos” e incluso rechaza la concentración de la tierra. Para Moro el Estado es expresión de los intereses de la clase dominante, señala “allí donde todas las cosas se midan por el dinero, no se podrá nunca organizar la justicia y la prosperidad sociales”. De manera que Utopía es un régimen comunista, igualitario, nadie posee nada en propiedad. Sin embargo con la disciplina como algo indispensable en esta sociedad. El papel del Estado se reduce a la administración de las cosas. Moro construye su ciudad ideal sin referencia al evangelio, sin más luz que la razón natural. Según TOUCHARD su obra “debe mucho a la república de Platón y al antiguo mito de la Edad de Oro". De modo que la generosidad esencialmente moral del humanismo cristiano se convierte en Moro en política y social. Dicha Utopía tuvo un gran éxito en el s. XVI, ya que desarrollo un régimen ideal, en el que los magistrados y sacerdotes son elegidos, donde existe una aristocracia intelectual y moral, y se desarrolla el llamado gobierno de los mejores. La influencia de Moro fue más allá de un éxito literario, así conquistadores españoles como Vasco de Quiroga intentaron aplicar la Utopía de Moro en sus dominios de México.
En definitiva tres autores que renuevan el pensamiento político, ético y moral, poniendo las bases de posteriores construcciones doctrinales como las de BODIN o ALTHUSIUS a fines del siglo XVI. Que conducirán a la definitiva victoria del absolutismo en el siglo XVII, y su posterior ocaso en el siglo XVIII.
Por un lado se dan supervivencias feudales y particularismos locales, a pesar de que autoridad real no deja de afirmarse, destacar el ejemplo de los RR. CC. Pero ese autoritarismo regio debe hacer frente a numerosos particularismos. Por otro lado el absolutismo monárquico se funda en esa aceptación natural de la autoridad existente, y en la obediencia enseñada desde hace siglos por la Iglesia. En Francia, tras la guerra de los Cien Años, la monarquía tenía un carácter casi místico, con un poder enraizado en el derecho romano. El rey es emperador en su reino, al igual que en Inglaterra, o en España, desde Alfonso X el sabio. Esta balanza de fuerzas, entre la monarquía y los localismos, se inclina del lado de la autoridad real. Y tres grandes pensadores serán la expresión intelectual de esta lucha de poderes que se produce en el siglo XVI:
Niccolo Maquiavelo (1469-1527). Miembro de la burguesía florentina, es alejado de la vida pública por la restauración de los Médicis. A uno de los Médicis, Lorenzo, le dedica su obra El Príncipe (1513), según Jean TOUCHARD, para recobrar su favor e incitar al joven a levantar a Italia contra los bárbaros, consejos que los Médicis no toman en cuenta. Como patriota italiano envidia la solidez de Francia o España, frente a una Italia tomada por la anarquía, con sus divisiones y la nefasta presencia del papado. Señala que para elevarse el príncipe deberá ser “un hombre hábil o bien protegido por la fortuna”, aunque el “príncipe sólo se mantendrá por su virtud poco común, que es una energía a la vez brutal y prudentemente calculadora, ajena a cualquier preocupación de moral ordinaria”. Su mayor fortaleza será la adhesión al pueblo, Maquiavelo reconoce ya el papel de la opinión pública, para construir una teoría sobre el manejo del sensible y maleable populacho. Así la hipocresía se convierte para el príncipe en un deber, para lograr conservar su vida y su Estado, de manera que “todos los medios que haya aplicado serán juzgados honorables”. Un pensamiento que pretende ser realista, basado en un deseo de movimiento patriótico italiano contra los invasores. Es un admirador de la república Romana en sus Discursos, siguiendo a Aristóteles y a Polibio, señala que “El príncipe, los grandes y el pueblo gobiernan conjuntamente el Estado”. Para Maquiavelo “la dictadura, una dictadura legal, es indispensable a las Republicas para superar los grandes problemas". El dictador es un legislador, un verdadero superhombre que ejerce la autoridad sin compartirla en exclusivo interés del Estado. Con Maquiavelo el pensamiento político se seculariza radicalmente, desprecia el poder temporal de la Santa Sede, concibe una religión subordinada al Estado, como mero elemento de cohesión social. Exaltando al Estado contra el imperio y el universalismo cristiano. Para TOUCHARD, su relevancia no es sólo la de ser un testigo de su tiempo, “sino que además expulsa de la política toda metafísica y corta el vínculo entre la ciudad de Dios y la Ciudad de los hombres” allanando el terreno para nuevas ideologías.
En contraposición a Maquiavelo destaca el humanismo cristiano de Erasmo de Rotterdam (1467-1536). Cuya teoría política ocupa un lugar secundario en su inmensa obra. Y su idea de Estado y sociedad son inversas a la de Maquiavelo (cuya obra ignora) al partir de imperativos morales y religiosos. Príncipe de los humanistas, sus concepciones políticas podemos encontrarlas en su Institutio principis christiani (1516) escrita al joven Carlos I. Según TOUCHARD todas sus reflexiones se centran en un alto grado sobre la Filosofía de Cristo. En su Institutio establece como debe ser un príncipe cristiano en todas sus facetas. Partidario de un tipo mixto de gobierno que conjugue los tres tipos de regimenes políticos, se muestra adepto del régimen de los Países Bajos, al que considera democrático. A Erasmo le importa menos la forma de Estado que el espíritu y el corazón de los gobernantes. Abogando por un total pacifismo, señala que la guerra “trae consigo un cortejo infinito de crímenes y desgracias que caen principalmente sobre los inocentes”, y le indignan las guerras predicadas por ciertos papas. Pero admite la defensa contra la agresión, la guerra justa. El pacifismo es para Erasmo una condición imprescindible de un buen gobierno. Sin embargo su exigencia es esencialmente la reforma moral, además, para TOUCHARD hay en él una desvaloración de la noción de derecho ligada a su concepción de libertad cristiana. Su pensamiento tiene un acento de moderna humanidad, debido a su mayor preocupación por la moral que por el derecho. Erasmo es una síntesis del Humanismo, según el historiador BENNASSAR “su obra, abundante y diversa es una ilustración de las ambiciones espirituales del Humanismo (…) expresa las grandes respuestas que el Humanismo intenta dar a las cuestiones que refieren al hombre”.
Tomás Moro (1480-1535). Jurista, notable humanista de espíritu religioso, y consejero de Enrique VIII, al que acaba desafiando por su tiranía. Moro es un erasmista que lucha contra la herejía luterana, estando más comprometido en la acción política que Erasmo. En su Utopía (1516) analiza los vicios de la tiranía, de la que luego será victima, a través de la descripción del régimen ideal de la isla de Utopía. Régimen con el que crítica la realidad, y muestra los defectos de la sociedad, como el excesivo número de nobles “zánganos y ociosos” e incluso rechaza la concentración de la tierra. Para Moro el Estado es expresión de los intereses de la clase dominante, señala “allí donde todas las cosas se midan por el dinero, no se podrá nunca organizar la justicia y la prosperidad sociales”. De manera que Utopía es un régimen comunista, igualitario, nadie posee nada en propiedad. Sin embargo con la disciplina como algo indispensable en esta sociedad. El papel del Estado se reduce a la administración de las cosas. Moro construye su ciudad ideal sin referencia al evangelio, sin más luz que la razón natural. Según TOUCHARD su obra “debe mucho a la república de Platón y al antiguo mito de la Edad de Oro". De modo que la generosidad esencialmente moral del humanismo cristiano se convierte en Moro en política y social. Dicha Utopía tuvo un gran éxito en el s. XVI, ya que desarrollo un régimen ideal, en el que los magistrados y sacerdotes son elegidos, donde existe una aristocracia intelectual y moral, y se desarrolla el llamado gobierno de los mejores. La influencia de Moro fue más allá de un éxito literario, así conquistadores españoles como Vasco de Quiroga intentaron aplicar la Utopía de Moro en sus dominios de México.
En definitiva tres autores que renuevan el pensamiento político, ético y moral, poniendo las bases de posteriores construcciones doctrinales como las de BODIN o ALTHUSIUS a fines del siglo XVI. Que conducirán a la definitiva victoria del absolutismo en el siglo XVII, y su posterior ocaso en el siglo XVIII.
Pedro, no sé si has visto la peli "Un hombre para la eternidad", sobre Tomás Moro. Te la recomiendo.
ResponderEliminarUn abrazo tío.