Maravillas del Mundo Antiguo XVII: Friso y relieves del Partenón.

Óleo de Lawrence Alma-Tadema de 1868, que recrea un hipotético momento en el que Fidias enseñaría sobre andamios los relieves del friso a algunos ciudadanos elegidos.
Hablar de las esculturas y relieves del Partenón es hablar del gran Fidias, el paradigma del clasicismo escultórico griego, que fue nombrado por Pericles inspector de todas las obras artísticas de Atenas. Entre ellas del prodigioso templo dedicado a la diosa guerrera protectora de Atenas y sus ciudadanos, Atenea. Y que conmemorara la victoria de las Polis griegas en Salamina y Platea (479 a.C.) sobre los persas, que un año antes habían destruido la Acrópolis ateniense. La reconstrucción de dicha Acrópolis y la construcción del Partenón respondían a una gran maniobra de propaganda de Pericles, de inaugurar una nueva era de prosperidad y resaltar la preponderancia de Atenas sobre el resto Polis griegas. Y sobre todo simbolizaba la racionalidad griega frente a la barbarie persa, en palabras del propio Pericles “una escuela para toda Grecia”. Fue una genial maniobra del político ateniense para ganarse el favor y voto de los ciudadanos, además de dejar para la posteridad uno de los grandes monumentos del arte griego y de la Historia.

Frontón, cornisa, triglifos y metopas, arquitrabe, capiteles dóricos y columnas del Partenón.
En el año 447 a.C. comienzan las obras del Partenón, cuya dirección Pericles dejó en manos de los arquitectos Ictino y Calícrates y el escultor Fidias. Obviamente, nos centraremos en la obra de Fidias, que al igual que el Partenón es un prodigio de armonía y efectos visuales. Los relieves del Fidias y su equipo destacan por la belleza serena de los rostros, la flexibilidad y transparencia de las vestimentas, la combinación de equilibrio y vida. El proclamado "escultor de los dioses", retrató a las divinidades como eran concebidas en su época, como verdaderos titanes. Destacar la desaparecida Atenea Partenos, estatua crisoelefantina (oro y marfil) de 12 metros de altura situada en la cella del Partenón, una de las siete Maravillas de la Antigüedad. Fidias fue el responsable y director de la decoración y relieves del Partenón, unos relieves de una rica policromía que creaban un gran juego visual y contrastaban con la resplandeciente blancura del mármol de Pentélico (monte al noreste de Atenas) con el que se construyó el templo. Relieves que se realizaron también en mármol, algo no muy habitual en la antigua Grecia, por el coste del material y lo complejo de su talla. 

Recreación de la Policromía sublime del Partenón.
Fidias y su taller (entre los que figuraban algunos de los mas importantes escultores posteriores como Agorácrito o Alcámenes) se ocupó de toda la decoración escultórica del templo, totalmente figurativa y marcada por los mismos patrones de racionalidad y belleza serena del templo. Se encargaron de decorar los frontones, centrando la decoración en los tímpanos, las 92 metopas y el friso continúo que recorre las paredes de la cella: 

Jinetes del Friso sur.
En los Frontones se representan momentos importantes de la vida de la Diosa: en el Frontón oriental o este representa el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus. Los dioses asisten al alumbramiento y es Hefesto el que de comadrona abriendo la cabeza de Zeus con un hacha. De la que sale una Atenea triunfante, ya armada con su lanza y escudo, y ataviada con el égida o manto solemne que estaba rematado con una cabeza de la Gorgona (terrible monstruo de cuerpo de mujer que petrificaba a todo aquel que osase mirarla). También se representa a Helios (el sol) con su carro y a Selene (la Luna) que abandona la escena, simulando el paso del día del nacimiento de Atenea, la hija de Zeus y Metis (la inteligencia). 

Recreación del maravilloso Frontón Occidental con la lucha entre Poseidon y Atenea, en parte gracias a los dibujos de Jacques Carrey, artista y viajero francés del siglo XVII.
En el Frontón occidental u oeste se escenifica la lucha entre Atenea y Poseidón por dominio y protección del Ática. Los dioses se les representa enfrentados con sus respectivos tridente y lanza. Según la mitología Poseidón arremetió con su tridente a la tierra e hizo brotar un gran chorro de agua que Atenea tapó con su lanza surgiendo un olivo, árbol civilizador y noble, que es símbolo del Ática. Dicho olivo también simboliza la victoria de Atenea, que dominaba el Ática por tierra y mar. Este frontón fue muy afectado por la guerra entre venecianos y turcos en el año 1687, el ataque veneciano al almacén de pólvora turco se saldó con la destrucción de 14 columnas del peristilo e incontables figuras de los relieves de los frontones, sobre todo del occidental, del que sólo se salvaron unas 50 figuras. 

Otra vista de las metopas y triglifos del Partenón
Formando parte del Friso exterior, debajo del frontón y la cornisa, se encontraban los triglifos (ornamento decorativo rectangular del dórico formado por tres bandas verticales) y las metopas, piezas rectangulares situadas entre dos triglifos, que recibían decoración escultórica. Las 92 metopas del Partenón están ejecutadas en altorrelieve y repartidas por sus fachadas, y nos presentan escenas bélicas. En cada fachada mayor encontramos 32 metopas: en la occidental se expone el tema de la Amazonomaquia, o legendaria lucha entre amazonas (mujeres guerreras, hijas de Ares, dios de la guerra, provenientes de Asia Menor) y hombres. En la fachada oriental se representó la Gigantomaquia, o mítica lucha entre los gigantes (titanes hijos de Gea, diosa de la tierra) y los dioses del Olimpo. 

Lucha entre un centauro y un lapita de una de las metopas.
Y las fachadas menores contaban con 14 metopas cada una: la fachada sur se ilustró con la famosa la Centauromaquia, pugna mítica entre los lápitas (hombres de Tesalia) y los centauros, que simboliza la lucha entre la racionalidad de la civilización y la barbarie. En estas metopas la pugna entre centauros y lápidas tiene un movimiento que adquiere unos efectos dramáticos. Fidias anticipa el fin del clasicismo con el movimiento del jónico, y en una de esas metopas muchos han querido ver un autorretrato del propio Fidias. Todas las metopas simbolizan la lucha a muerte entre los hombre, la civilización, contra el barbarismo de Gigantes, Amazonas o Centauros, al igual que la racional Atenas se impuso a los bárbaros persas. Mientras en la fachada norte se exponen escenas de la Guerra de Troya, escenificando la destrucción y saqueo de Troya por los griegos. 

Figuras femeninas, en concreto las llamadas tejedoras del Friso este.
Mientras los Frontones nos muestran el origen de Atenea y Atenas, y las metopas simbolizan la misión civilizadora de la gran Polis de Grecia, el célebre Friso interior (en los muros de la Cella) representa el gran ideal de ilustración ateniense. Esto es, representa la esencia racional y ciudadana de la ciudad de Atenas, a través de representación de una procesión ritual celebrada cada año, la famosa Fiesta de las Panateneas. El Friso interior supone el inicio del jónico, un estilo procedente de las Polis griegas de Asia Menor, como la propia Jonia, ya que no era propio de los templos dóricos. Tenía una extensión de 160 metros y un metro de alto (contaba con 376 figuras) y resultaba bastante difícil de ver para el espectador, al estar colocado en la parte alta del muro. El templo era una ofrenda a Atenea, no estaba pensado para el deleite visual humano. Como no podía ser de otra forma esta dedicado a una gran fiesta en honor a la diosa, un momento concreto de la vida ciudadana de Atenas, la fiesta de las Panateneas, que se celebraba del día 28 del mes de Hecatombeon (entre julio y agosto). Su gran momento era la procesión en la que doncellas llevaban a la diosa el peplo o manto ritual, además de distintas ofrendas y el sacrifico de cien bueyes.

Jinetes del Friso del Partenón.
Dicha procesión recorría las calles de Atenas desde el barrio Cerámico, a las afueras, hasta la Acrópolis. Se escenifican todas las partes de la procesión de izquierda a derecha, desde el desfile de jinetes en el inicio del friso norte y el sur donde se representan 60 jinetes, algunos van ataviados con la vestimenta típica, la túnica o clámide, y otras van desnudos, pueden llevar el gorro tracio o un casco. También una carrera de carros muy célebre en el clasicismo griego, un auriga conducía el carro y el apobates o acompañante, totalmente armado, saltaba y corría hasta llegar a la meta. En el friso encontramos también figuras de músicos, en la parte norte tenemos cuatro flautistas y citaristas, mientras en el friso meridional se encuentra los tañedores de lira. La música era básica en las ceremonias festivas y religiosas del mundo griego, el instrumento fetiche era la cítara, una lira de mayor tamaño. Se exponen los sacrificios y ofrendas dedicados Atenea, aparecen portadores de cántaros de agua, para la purificación, otros con bandejas de dulces y miel, y se muestran a los animales sacrificados como tres carneros, una vaca y tres bueyes. 

Bueyes y ganado, sacrificios en honor a Atenea.
En el friso oriental aparecen jóvenes mujeres o doncellas, una figura femenina sostiene un quemador de incienso mientras el maestro de ceremonias coge una cesta de ofrendas, junto a cuatro hombres conversando. Es la primera vez que en un templo griego se representan a simples mortales, se hace honor a la dignidad de la ciudadanía de Atenas a través de sus caballeros, mujeres, artesanos y jóvenes. Unos mortales que están ligados y protegidos por la moralidad y distinción de los dioses. Los dioses que aparecen en el centro del friso oriental, se les representa sentados y con un tamaño mayor que los humanos presidiendo la marcha procesional. Entres ellos están Eros, Afrodita, Artemisa, Hefesto, Apolo, Poseidon y, obviamente, la propia Atenea. Hay otro segundo grupo de dioses entre los que destaca Zeus, el padre de los dioses, recostado en un trono especial, junto a Hera, Iris, Ares, Deméter (apenado por el rapto de Perséfone), Dioniso y Hermes. Hasta que llegamos a la escena principal, en la parte superior de la entrada del templo, la célebre escena del Peplo, ritual que se entregaba como ofrenda a la diosa. El Peplo es portado por  figuras de doncellas que se mueven con elegancia, sin efectismo, todo es naturalidad, movimiento y belleza.

La famosa escena del Peplo.
En definitiva, Fidias y su taller subliman y glorifican el relieve escultórico clásico griego, creando una obra humana y divina a la par, una sublime decoración acorde con la grandeza y racionalidad del glorioso Partenón (ver entrada Maravillas del Mundo Antiguo II), toda una obra maestra de la elegancia, la naturalidad y la belleza serena del clasicismo griego.

Bibliografía y fuentes:
I. Jenkins. El Friso del Partenón. Electa, Barcelona, 2004.
F. Conti. Como reconocer el Arte Griego. Edunsa, Barcelona, 1993.

Comentarios

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