Pasajes de la Historia XXVII: El Nilo como epicentro del Egipto Antiguo.
El Egipto Antiguo se puede considerar como un gran oasis a orillas del Nilo, la celeridad con la que la Civilización egipcia asciende a la alta cultura y la organización centralizada viene en gran medida definida por la riqueza y prosperidad que proporcionaba el Nilo y sus crecidas anuales a los habitantes de sus orillas y valle. La gran cultura faraónica fue posible gracias a los recursos hídricos y alimenticios que ofrecía su gran río, además de ser la gran vía fluvial de comunicación, comercio y transporte de mercancías y personas. La palabra Nilo viene del griego Nelios o “valle del río”, en el Antiguo Egipto fue llamado Iterú, que significa “gran río o canal”. El Nilo es el río más largo de África y uno de los más relevantes del mundo, llegando a recorrer más de 6.700 kilómetros. Su nacimiento no está del todo claro, para algunos nace en el grandioso Lago Victoria, al oeste de Tanzania, para otros en la fuentes del río Kagera, afluente del Lago Victoria.
Mapa que ilustra el curso del Nilo. |
Lo importante es que en su largo recorrer desde esa región de los Grandes Lagos centroafricanos reparte riqueza por donde pasa: pasando por Sudan, donde es llamado Nilo Blanco, y por Etiopia donde nace el Nilo Azul. El Nilo termina fluyendo durante 2.000 kilómetros por Egipto hasta desembocar en el Mediterráneo formando su amplio y pantanoso Delta. un Nilo que fluye por Egipto a más de mil metros por encima del nivel del mar, llenando las orillas de limos, un gran fertilizante natural que permitió un próspera agricultura. Sobre todo, en sus últimos 1.300 kilómetros donde se asentaron los egipcios, ya que era la zona que permitía la navegación fluvial. Por todo ello, vamos a comprobar la razón por la que Heródoto, el padre de la Historia, llegó a afirmar en el siglo V a.C. que “Egipto es un don del Nilo”.
Mapa del Nilo a su paso por Egipto, clave para ese dualismo Alto y Bajo Egipto y la ubicación de templos y ciudades. |
El Nilo delimitaba geográficamente el antiguo Egipto: la zona habitada y fértil era denominada Kemet o “tierra negra”, por los limos negros que fertilizaban la tierra en la crecida. El Kemet se dividía en el Alto Egipto, que era el valle del Nilo, y el Bajo Egipto, el Delta. Mientras que el resto, que era todo desierto y aridez, era llamado Desheet o “tierra roja”, zona sin habitar y no agraciada por las bondades del Nilo. Para los egipcios la salida y puesta del sol simbolizaba la vida y la muerte, por eso en la orilla occidental u oeste del Nilo se situaban las necrópolis y pirámides funerarias, en la parte oriental o este del Nilo las ciudades y aldeas.
Representación de Hapi, dios de las crecidas del Nilo, vientre abultado fecundador y dador de vida, con la flor de loto a sus pies. |
En un antiguo Egipto politeísta y dada la relevancia y simbolismo del Nilo, obviamente, había una divinidad identificada con el gran río. No era otro que Hapi, dios de las inundaciones del Nilo que simbolizaba la fertilidad del río, por eso se le representaba como un hombre desnudo de senos caídos y el vientre abultado, en clara referencia a la fecundidad. El faraón y los egipcios lo veneraban para que la crecida del Nilo se produjera en el momento oportuno y con la cantidad de agua necesaria. Si la crecida era de poco caudal menos tierras serían fértiles, y si la inundación era excesiva se perdían las cosechas y las poblaciones se veían muy afectadas. Está documentado que hacia el 2200 a.C. durante el reinado del faraón Pepi II, de la Dinastía VI, se producen grandes hambrunas y malas cosechas por las escasas crecidas del Nilo. Podemos entender la importancia simbólica y económica del Nilo para el Egipto Antiguo.
Pintura que ilustra la pesca y los barcos en el sagrado Nilo. |
Es curioso mencionar que el origen poblacional del Egipto Antiguo estaría ligado al Sahara, que hasta el año 6000 a.C. era un vergel de flora y fauna, que permitía la caza y la recolección. Pero se produce una gran cambio climático entre el 6000 a.C. y el 5000 a.C. en el Norte de África y sus poblaciones nómadas de cazadores-recolectores se desplazan hasta el Nilo. Dichos pueblos nómadas, gracias al Nilo, se van sedentarizar durante el llamado Neolítico y desarrollan una agricultura y ganadera estable, que será el germen de la futura Civilización egipcia. Y hacia el año 3000 a.C. esas aldeas estables neolíticas van a pasar organización centralizada y al Estado. El Nilo y sus poblaciones quedaban unificadas bajo el cetro de un único rey/faraón, el ejecutor de la unificación fue Maner, primer faraón egipcio del que se conservan restos, en el 3100 a.C. Alrededor de la paulatina canalización del Nilo y su abundancia crece el Egipto Antiguo de los jeroglíficos y pictogramas, del calendario solar, del faraón divinizado y de un territorio dualista armonizado y dividido en circunscripciones territoriales o Nomos. El Nilo era la base del Egipto dualista del Bajo y el Alto Egipto, un dualismo que acaba siendo una doctrina para los egipcios, todo estaba formado por pares de contrarios que se complementan y forman la unidad.
El glorioso Abu Simbel desde el Nilo, en su nueva ubicación a la que se trasladó piedra por piedra tras construirse la presa de Asúan. |
El Alto Egipto llamado Ta Shemahu o “tierra del junco” se extendía desde el sur de Menfis hasta la primera catarata en Asuán, tras la cual estaba Nubia. El Nilo formaba un franja fértil de tierra cultivable y tras ella el desierto, con los célebres oasis de los que partían las rutas comerciales. En torno al Nilo se desarrolló la cerámica, la construcción en adobe y piedra de las canteras de ariscas y granito de Asuán. La cerámica y la piedra se transportaban por el Nilo, como ejemplo los obeliscos eran construidos en Asuán y se trasladaban en barcos por el gran río. El Nilo y su prosperidad hace que florezcan en sus orillas grandes ciudades y templos como: Abydos, sede del culto a Osiris y su gran templo construido por Seti I, Tebas (posterior capital del Imperio Nuevo) sede de grandes templos dedicados a Amón, destacando el templo de Karnak, que cobijaba a un poderoso clero. O los templos de Isis (esposa de Osiris y madre de Horus) en Filé y los grandiosos templos construidos en la frontera con Nubia durante el Imperio Nuevo (por Amenhotep III o los Ramsés). Destacando el Templo de Abu Simbel, consagrado a Ramsés II y su esposa Nefertari, templos que querían simbolizar el poder de Egipto frente a los nubios.
Pintura que demuestra la vendimia y elaboración del vino por parte de los egipcios. |
El Bajo Egipto era conocido por los egipcios como Ta Mehu o “tierra del papiro”, la planta del papiro inundaba las orillas del Nilo en esta zona. El papiro era el valioso soporte para los jeroglíficos, por lo que su fabricación estaba monopolizada por el Faraón y el Estado. La llamada “tierra del papiro” era la zona más fértil del Nilo desde Menfis hasta el Delta, e incluía el célebre oasis de El fayum, centro de gran importancia agrícola y económica desde la Dinastía XII. Los egipcios sacaban agua del Nilo con el famoso Shaduf, polea que tiene un cubo en un extremo y un peso en el otro. Y una vez que se retiraba la inundación contaban con arados de madera tirados por bueyes, para preparar la tierra fertilizada por el Nilo para la agricultura. Entre sus productos destacados mencionar el trigo, elementos básico de la alimentación, la cebada para la elaboración de cerveza. La cebada una vez molida, amasada y cocida se dejaba fermentar y tras ser filtrada se convertía en la valiosas cerveza. O las vides de las cuales extraían el vino, pisado por trabajadores atados y fermentado en tinajas de cerámica.
Las Grandes Pirámides de Gizeh |
En el Bajo Egipto proliferan las ciudades, templos y monumentos funerarios más importantes del Egipto Antiguo como: Menfis, la primera capital del Egipto unificado por Maner, consagrada al dios Ptah, dios creador egipcio. Donde se erige la gran necrópolis real de Gizeh con las Grandes Pirámides de la Dinastía IV (ver entrada Maravillas del Mundo Antiguo III). A la otra orilla del Nilo y consagrada a Re o dios solar estaba la ciudad de Heliopolis, con su gran templo de Re y su relevante clero. Pasando a la otra orilla de nuevo, la oeste del Nilo, tenemos la otra gran necrópolis de Menfis, Saqqara, donde se enterraron los faraones de las primeras dinastías, y donde el famoso Imhotep construyó, para el faraón Djoser, la primera pirámide escalonada (ver entrada Maravillas del Mundo Antiguo V).
Vista de la necrópolis de Saqqara. |
Todo en el Egipto Antiguo gira alrededor del Nilo y de sus crecidas anuales, que marcaban el calendario de las estaciones. La inundación anual llegaba en la estación de Ajet, a finales de junio. Es muy curioso que la medida del nivel que alcazaba de crecida las aguas del Nilo era un cuestión de Estado de suma relevancia, ya que además de saber la cantidad de tierra que quedaba fertilizaba se podía conocer la cantidad de impuestos que iba a percibir la administración faraónica. De modo que, la altura de la crecida y la capa de sedimentos se medía con los célebres nilómetros, especie de pozos de piedra con escaleras donde se colocaban marcas para calcular la crecida anual. Según palabras de Plinio el Viejo “… cuando el ascenso alcanzaba doce codeos hay hambre; en trece hay escasez; catorce trae alegría; quince seguridad y dieciséis abundancia gozo o placer….”
Nilómetro con las marcas para medir de las crecidas del Nilo |
Los egipcios crearon métodos de riego de gran complejidad para ampliar los efectos fertilizantes del Nilo, un destacado sistema de acequias y de regadío, y el agua era orientada y desviada mediante canales y diques. La tierra, tras la retirada del agua de Nilo, quedaba infiltrada, blanda y cubierta de una espesa capa de limos muy húmedos, que facilitaba enormemente las tareas agrícolas. Esto se producía en la llamada estación de peret, a mediados de octubre, cuando se procedía a trabajar y sembrar las tierras. Sembraban fundamentalmente trigo, cebada, lino, papiro, y en menor medida, vid, legumbres, frutas y hortalizas. La cosecha y recolección se hacía en febrero, en el comienzo de la estación seca o shemu, y la tierra quedaba sin cultivar hasta la siguiente inundación de inicios del verano. Por lo tanto, en el Egipto antiguo sólo se recogía una cosecha al año. La mayoría de la población egipcia era campesina, campesinos cuyas vidas estaban totalmente ligadas al Nilo y sus crecidas.
Pintura que nos muestra el típico barco egipcio de Vela |
Las aguas del Nilo servían para el transporte de dichas materias primas, a través de embarcaciones de madera, que iban siguiendo plácidamente la corriente del Nilo hacia el Delta, y otras barcas de vela para remontar el curso del Iterú. El agua del Nilo era fuente de fecundidad y vida, además de fertilizar y regar los campos y servir de vía de transporte y comunicación, proporcionaba una abundante pesca y caza. Era el lugar de recreo de los egipcios por su rica y variada flora y fauna. Las aguas del Nilo estaban colmadas de peces y animales de agua como patos y gansos.
Las escenas de pesca y caza son muy habituales en las pinturas y relieves de los monumentos funerarios y tumbas. Incluso hubo peces que fueron sagrados, como la perca nilótica llamada abdyu, que era simbolo de renacimiento, la tilapia que simboliza la vida, o el mújol llamado adu, que era mensajero del dios Hapi. Hasta sus peces eran venerados, demostrando que el Nilo era un río sagrado, fuente de fertilidad, un dios natural que regía la vida del Antiguo Egipto y sus habitantes. Obviamente, sin sus crecidas y su riqueza natural es difícilmente entendible el desarrollo de una civilización tan impresionante, quizás la más grandiosa de la Historia, como la Civilización del Egipto Antiguo.
Pintura de la célebre tumba de Nebamun, que ilustra la caza y la pesca en el Nilo, además de su fauna y flora. |
Bibliografía y fuentes:
I. Shaw. Historia del antiguo Egipto. Esfera de los Libros, Madrid, 2007.
I. Shaw. Historia del antiguo Egipto. Esfera de los Libros, Madrid, 2007.
J. Pardó. Historia del Egipto faraónico. Alianza. Madrid, 2003.
I. Cordón I Sola-Sagalés. El Nilo, el río sagrado de Egipto. Historia de National Geographic nº 77, 2010.
Comentarios
Publicar un comentario