Grandes Iconos Universales IX: La Madonna Sixtina, Rafael Sanzio, 1512-1514.
La Madonna Sistina es una de las obras más admiradas y célebres de Rafael Sanzio, quizás la más bella Madonna con niño de la Historia del Arte. El lienzo fue realizado para los monjes negros de la Iglesia de San Sixto de Piacenza, con la idea de colocarla en el altar mayor. El propio nombre del lienzo deriva de esa Iglesia de San Sixto, aunque no se conocen con exactitud las circunstancias en las que la pintura fue encargada por los monjes. Lo más probable es que fuese un regalo al Papa Julio II de los monjes y el municipio de Piacenza por el apoyo del Papa durante la guerra con Francia, durante la que los franceses ocupan todo el norte de Italia. Éstos fueron finalmente expulsados en 1512 y Rafael empezó a pintar su Madonna Sixtina entre ese 1512 y el 1514, año en el que la Iglesia de San Sixto fue consagrada de nuevo tras una gran reforma y restauración. Además se produce la muerte de Julio II y la pintura se interpreta como una obra hecha en su memoria. Esa es la teoría más plausible, que la Madonna estuviera destinada a la tumba de Julio, por las grandes donaciones que el Papa, gran devoto de San Sixto, había realizado a la dicha Iglesia. Además en sus retratos Julio II siempre siempre aparece acompañado por San Sixto. La pintura también es célebre por el enorme precio pagado por Augusto III de Polonia, quien pagó 25.000 escudos romanos a los monjes para llevarse la pintura a Dresde (Alemania), donde se encuentra en la actualidad, en Gemäldegalerie Alte Meister o Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos.
En el lienzo Rafael crea el prototipo de Virgen idealizada representándola junto al Niño Jesús, San Sixto y Santa Barbara en una sencilla composición romboidal llena de belleza y espiritualidad. Las figuras son etéreas y divinas, para ello Rafael las representa livianas sobre un manto de nubes y rodeadas por un cortinaje verde abierto, para dar sensación de dramatismo. Es impresionante como parece que las figuras crean ese propio espacio imaginario lleno de divinidad. Las tres figuras son impresionantes, La Virgen se sitúa en el eje central de la composición, acompañada de santa Bárbara a su izquierda, que parece trasladar su mirada hacia abajo o hacia el exterior terrenal, y de san Sixto a su derecha, que con su mano derecha señala también hacia exterior no divino, hacia el espectador o creyente. Una vez más Rafael se muestra como el gran maestro de la humanización de las figuras, de esa manera el fiel se siente identificado y más cercano a los santos y la divinidad. Además Rafael consigue envolver al espectador con una perspectiva sublime marcada por las miradas de los personajes, que otorga una gran tensión a la escena, y fija nuestra mirada en el eje de la composición, esto es, la Madonna y el niño en sus manos, todo un símbolo de redención. La simetría de la composición es tremenda en una escena marcada la dulzura que se trasmite mediante unos colores fríos llenos de brillantez. Rafael logra generar una luz irreal y dorada que insufla a las figuras una eterna majestad y espiritualidad. Y como gran maestro de volumen nos presenta unas figuras de aspecto escultórico, otorgando a la luz y la sombra mucha importancia para generar figuras de una elegancia sobrenatural.
La figura de la Madonna con el Niño en sus brazos es la más majestuosa de todas las representaciones que Rafael hizo de la Madre de Jesús, su grandeza y naturalidad son sublimes. Además la Virgen parece descender desde mundo espiritual hasta mundo real del creyente, e incluso da la sensación de ir hacia delante, muy en la idea de intercesión de la divinidad con el fiel. Es una de las idealizaciones de la Virgen más famosas de la Historia, reproducida y repetida constantemente por su acentuada espiritualidad. Nuestra mirada se detiene en la forma en que nos miran los ojos del niño y su madre, es todo ternura y naturalidad. Sus rostros expresan tristeza, la Virgen anticipa en sus ojos el sacrificio de su hijo en la cruz.
A la derecha la figura de Santa Bárbara, cuyo modelo fue tomado por Rafael de la sobrina de Julio II, hace una elegante genuflexión en frente de la Virgen y el niño, pero su mirada se dirige hacia abajo, hacia los angelitos de la balaustrada inferior, de los que luego hablaremos, tras ese balaustrada esta el mundo terrenal del creyente.
A la izquierda la figura de San Sixto, parece que el modelo de Rafael fue el propio Julio II, que se arrodilla de forma celestial sobre las nubes haciendo una reverencia a la visión divina de la Virgen y al Niño. San Sixto fue uno de los primeros obispos de Roma y murió martirizado en el año 258. Su mirada esta fija en la Madonna y está cubierto con una solemne capa dorada. Un detalle interesante y curioso es que su mano derecha, la que se encuentra adelantada hacia el espectador, tiene seis dedos. Parece ser que Rafael quiso simbolizar de esta extraña manera el sexto sentido y carácter profético del Papa Julio II.
En la parte inferior encontramos la verdadera razón por la que la Madonna Sixtina es conocida en el mundo entero y se ha convertido en un gran icono universal. Son los dos pequeños angelitos del borde inferior del rombo de composición, que parecen estar posados en esa balaustrada de madera, al lado de la famosa tiara papal. Esos dos pequeños se han convertido en un símbolo del Renacimiento, de Italia y del mundo occidental, y han sido reproducidos y comercializados de forma constante y quizás excesiva. Dos pequeñas figuras que son el arquetipo de Putti renacentista (Putto en italiano significa niño), que son ángeles regordetes de mejillas sonrojadas, que expresan una ternura y candidez absolutas.
Los Putti representan de forma sublime el afecto y tristeza de la Virgen y el niño, y dirigen su mirada hacia arriba en un gesto con el que Rafael acentúa la separación entre el mundo divino y el terrenal. Con ellos Rafael añade un nota de encantado e informalidad al lienzo, para algunos esa madera o balaustrada sobre la que descansan sería la propia madera del ataúd de Julio II. Estos angelitos son el paradigma de la naturalidad, la belleza y la ternura de la pintura de Rafael, que en esas dos pequeñas figuras alcanza un nivel sobrenatural. Son símbolo y cenit del ideal de Belleza del Renacimiento, por ello se han convertido en otro gran icono que ha marcado la mirada del hombre.
Bibliografía:
Raffaello, I maestri della pittura dal Rinascimento ai grandi protagonisti dell’arte moderna. Galleria d’arte, Volume 16. 2001.
Wölfflin, H. El arte clásico, una introducción al Renacimiento Italiano. Madrid, 1985.
Hola, Pedro: Muy buena entrada, como siempre, con todo lujo de detalles. Por esta, y por el blog en general, aquí tienes un premio:
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Un Saludo
Gracias a tí, Pedro, por el detalle de hacerte seguidor.
EliminarUn saludo cariñoso
Muchas gracias Selegna por tus palabras, por pasarte por mi blog y encima otorgarme tu premio LIEBSTER BLOG, infinitas gracias por incluirme en tu lista, es todo un honor. Ya tienes un seguidor más en tu blog, por cierto también muy interesante y variado, me ha gustado mucho tu entrada decidida a San Jorge también patrón de mi cuidad Cáceres, ya iré siguiendo tus entradas. Un cordial saludo.
EliminarBuenos días ¿Como puedo contactar con el Autor de este Blog? Gracias, Alfonso
ResponderEliminarFuaj esta very muy good bueno
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